Geovani Galeas y Berne Ayalá, dos reconocidos escritores que se han dedicado a elaborar obras y reconstruir parte de la historia de la guerra salvadoreña, acaban de publicar una obra que llamaron "Grandeza y miseria en una guerrilla".
En ese libro, que llaman reportaje especial de Centroamérica 21, colecciones de partes de guerra, recogen toda suerte de testimonios y pruebas sobre los atribuidos asesinatos de más de 1.000 guerrilleros dentro de las FPL. En el libro encuentran responsables de esos crímenes e incluyen las peticiones de familias enteras que piden justicia aunque, sobre todo, demandan conocer la verdad sobre lo que ocurrió.
“Dígale a Milton que lo busca Tilo", le dijo el hombre con voz firme y no muy buena cara a la recepcionista del 13 16, la sede central del FMLN en San Salvador. Era la mañana del miércoles 27 de agosto de 2008.
La recepcionista miró al hombre con alguna reserva, pues era evidente que estaba muy molesto. Era delgado y fibroso, vestía de manera humilde y tendría unos 53 años. "Fíjese que él ahorita está ocupado porque estamos preparando el evento de la afiliación de Mauricio Funes al partido", dijo la recepcionista.
"Eso a mí no me interesa, señorita, usted vaya a decirle a Milton que lo busca Tilo, que quiero hablar con él y que es urgente", insistió el hombre.
La recepcionista vaciló. Le preguntó que de parte de quien llegaba y cuál era el motivo de su visita. "Dígale a Milton que vengo de parte de mis cuatro hermanos muertos en la guerrilla, pero principalmente de mi hermano Lucas, y el motivo él lo sabe muy bien. Eso dígale nada más", respondió el hombre.
Ella entró a la oficina del secretario general del FMLN, Medardo González (comandante Milton Méndez de las FPL durante la guerra civil). Mientras tanto, un grupo de guardaespaldas de los dirigentes del FMLN comenzaron a desplazarse disimuladamente en torno al hombre, que de inmediato detectó la maniobra y, sin inmutarse, les dijo: "A mí no me van a asustar con esos jueguitos. No les tengo miedo. Yo combatí tanto o más que cualquiera de ustedes durante la guerra".
La recepcionista regresó y dijo:"dice Milton que en este momento no puede atenderlo, que le deje el teléfono y que él va a comunicarse después".
El hombre ya no pudo contenerse y casi gritó:" Entonces dígale a Milton que él y Salvador Sánchez Cerén son unos cobardes, y que coma mierda. Dígale que me dé la cara y que me explique por qué las FLP mataron a mi hermano Lucas, combatiente de las Fuerzas Especiales Selectas de la guerrilla allá en San Vicente".
"Cálmese señor", le dijo la recepcionista. El hombre respondió:"A mi hermano Lucas, que sí era revolucionario de verdad, me lo mataron como si fuera un perro estos cabrones ¿Cree usted que esto es para calmarse?”, preguntó y salió enfurecido de la sede del FMLN.
Semanas después el hombre leyó en un periódico un editorial en el que se pedía que Sánchez Cerén debía responder. Era un editorial de Geovanni Galeas, quien aludía a las ejecuciones sumarias realizadas por las FPL, en contra de sus propios combatientes, en el frente paracentral.
Cuando Tilo leyó eso se le nublaron los ojos y le temblaron las manos. Respiró hondo intentanto dominar la ebullición de sus sentimientos. Leyó varias veces el editorial. Después tomó nota de la dirección electrónica de Galeas y, sin pensarlo mucho, caminó hasta un cibercafé donde le escribió a Geovanni el siguiente mensaje:
"Busco justicia. Estimado Geovani, yo era obrero en la fábrica Corinca, y en 1977 me organicé en las FPL junto con mis cuatro hermanos, todos combatientes. Tres de ellos murieron con las armas en las manos (Jorge, William y Samuel), pero te quiero hablar de mi hermano menor, que tenía el seudónimo de Lucas, que fue entrenado en Vietnam y fue uno de los fundadores de las Fuerzas Especiales Selectas de las FPL.
Lucas se especializó como hombre rana, y participó como buzo en la voladura del Puente de Oro. Pero lo que te quiero decir es que a mi hermano Lucas, como otros cientos de guerrilleros que fueron asesinados por la dirección de las FPL, lo mataron junto a otro compañero de seudónimo Liebre en el frente paracentral.
De mi parte he tratado de buscar a Leonel (Salvador Sánchez Cerén), a Milton (Medardo González, a la Rebecona (Lorena Peña) a Douglas Santamaría (Eduardo Linares), para que todos estos me dan una explicación o por lo menos que me digan en qué lugar enterraron a mi hermano Lucas.
Mi madre y yo, necesitamos una explicación concreta de donde lo enterraron para ver si podemos trasladar los restos si es que todavía existen, o ponerle una cruz en el lugar que fue asesinado. Hoy es tiempo de que todos los que están implicados en esos cobardes asesinatos le den la cara a todos los familiares de todos los compañeros asesinados.
Mirá, Geovani, yo fui combatiente, estuve en Cuba especializándome, fui instructor de la escuela militar que las FPL tenían en Managua, la Juan Méndez, yo no les tengo miedo y no voy a descansar ni un minuto hasta que me digan por qué mataron a mi hermano Lucas y dónde lo enterraron. Si podés ayudarme en mi averiguación te lo voy a agradecer. Mi seudónimo siempre fue Tilo”.
Cuando Geovani recibió el correo electrónico de Tilo se le hizo un nudo el corazón. Llevaba, junto con el escritor Berne Ayalá, tres meses investigando ese tipo de casos. Sobre todo porque, en ese momento, habían recogido de los labios del artillero Guayón, y del misilero Edwin, testimonios dramáticos sobre el asesinato de Lucas.
La versión de Guayón
"Es que, de repente, empezaron a deshijar las unidades. Al pelotón de fuerzas especiales le mataron la mitad. A un tal Lucas, que había sido jefe de seguridad del mando del Estado Mayor allá en Chalatenango, conocido de todos los comandantes del FPL, lo mataron también”.
¿Usted vio cuando lo mataron?, preguntaron a Guayón.
“Es que yo llegué adonde lo tenían amarrado porque me mandaron a hacer unas diligencias. Y me ve Lucas y me dice: "mirá hermano, cómo me tienen. Le habían quebrado las dos patas a puro garrotazo. A mí me dieron ganas de llorar al ver aquello.
"Ya no tenía ni dientes el Lucas, todo lo habían desgraciado, y él les dice: "Si creen que soy enemigo, mejor mátenme ya. No, es que tenés que confesar, le dijeron. Mirá, me dijo Lucas a mí, dame aunque sea meados que me estoy muriendo de la sequía. Le di la pichinga de agua. Se me quedaron viendo esos cerotes que lo estaban golpeando, pero no me dijeron nada. A Lucas, cuando ya se lo terminaron a golpes, lo ahorcaron. A toda esa gente que mataban así los enterraban en las trincheras”.
Eso se lo contó Geovani a Tilo y le mostró el vídeo de Guayón. Cuando eso ocurrió, Tilo no dijo una palabra, solo suspiró profundo y hundió la cara entre las manos. Tiempo después se incorporó y le dijo a Geovanni:
"Mi mamá ya está muy viejita, y no va a aguantar este golpe. A ella no le digamos eso…Yo ya fui a buscarlos dispuesto a todo hasta el 1316 y no me han querido dar la cara. Yo quiero que me escuchen. Geovanni ayúdame por favor, yo ya no sé qué quiero porque de lo que me dan ganas es de hacer una locura.
Geovanni le pidió a una camarógrafa que grabara un mensaje de Tilo y esto fue lo que dijo:
"Desde el momento en que me di cuenta cómo mataron a mi hermano, y no solo a él, sino a muchos compas y cuadros valiosos de las FPL, hermanos nuestros, se me metió a mí no descansar hasta que se me diga quiénes fueron los culpables. Yo no voy a descansar hasta saber la verdad. Porque es sencillo: sin la verdad no hay paz. Entonces como me he metido a querer saber la verdad, y principalmente adónde enterraron a mi hermano, por lo menos para irle a poner una cruz de guayabo, así como lo garrotearon a él. Yo digo que en estas atrocidades es responsable toda la comisión política de las FPL, y principalmente Sánchez Cerén. Y lo que quiero es que ellos me den la cara a mí, y me den explicaciones y me digan dónde enterraron a mi hermano. Eso es lo que quiero".
Por qué mataron
Los autores del libro "Grandeza y miseria en una guerrilla" consideran que, al igual que al hermano de Tilo, las FPL pudieron haber asesinado a más de mil combatientes de sus propias fuerzas. No creen que la explicación sea única ni definitiva. Creen que las claves están en la historia de esa organización. Incluso, recuerdan que muchos ex dirigentes de las FPL reconocen un altísimo componente de sectarismo, dogmatismo e intolerancia.
Lo que vio Guayón
"Soy del cantón Guadalupe, de Suchitoto. La ofensiva de 1981 me le eché en Guazapa y Cinquera, como jefe de una escuadra de artillería. Desde entonces, andaba con mi ametralladora punto cincuenta.
Después de sufrir y reponerme de una grave herida, regresé y me extrañó que algunos combatientes de Chalatenango que me había encontrado durante los combates de la ofensiva, ya no los veía. Entonces un día le pregunté a Mayo Sibrián por un tal Galileo, un cipotón bueno para pelear. “¿Por qué preguntas por él?”, me respondió. Le respondí que nos habíamos conocido en Chalate. "Ya lo matamos porque era enemigo", me dijo. Puta, dije entre mí, pero si lo vi pelear en Chalate y nunca le vi algo raro.
A los días, Mayo Sibrián me mandó a llamar a una reunión. Me dijo: "Mirá, aquí no andés preguntando más de la cuenta. Vos no sabés como está la situación en este frente”. Después vi algunas injusticias. A una unidad de fuerzas especiales de Mayo les dijeron: "les vamos a quitar las armas, pongan las manos atrás y los amarraron. Vi eso y me pregunté sobre el problema. Pero ahí fue cosa de ir matando a esos muchachos.
La matazón comenzó a tomar curso. Unidades enteras de guerrilleros fueran llevadas a lugares solitarios para torturarlos y luego asesinar a garrotazos a sus integrandes. La práctica se generalizó y se dijo que "era para no gastar munición en los traidores".
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