miércoles, 15 de octubre de 2008

Trine: "Yo también la vi cerca...

Trine es aún más veterano que Juan Patojo. Se integró a las FPL ("la Felipa" como él prefiere decir), el 19 de julio de 1972 en una reunión clandestina celebrada en el cantón La Cayetana. El hombre conoce cada arroyuelo, matojo, roca, loma, quebrada, cerro, valle o caserío del Paracentral, pues ahí nació, creció y libró la guerra hasta el final. Los ancianos de la zona dicen que Trine ya era "Trine" desde antes del conflicto, inmejorable con el machete y la temeridad a la hora de pelear, una característica que le acompañó durante toda la guerra. Mencionar su nombre es decir mucho en estos lugares.

redaccion@centroamerica21.com

Una de las experiencias más difíciles del viejo Trine fue en uno de los combates posteriores a la ofensiva general guerrillera de 1981. La batalla se dio prácticamente cara a cara, pero eran los tiempos en que la guerrilla acampaba y se movía junto a las masas de pobladores civiles, colaboradores y familiares. En esa ocasión el mismo Trine tenía a su lado a su mujer y a dos de sus hijos más chicos, uno de brazos que ella llevaba consigo y una pequeña de dos años.

Al momento del ataque del ejército hubo un enorme desparpajo, y ya en el fragor de la batalla su mujer se extravió con el bebé que llevaba en brazos. Trine, que se había hecho de una de las manitas de su niña de dos años, terminó por perderla cuando se revolcaba en el suelo evadiendo las ráfagas y disparando. Días después de esa batalla apareció su mujer, que había estado perdida en los montes sin comer, llevando en brazos a su pequeño, medio muerta de hambre pero con el crío a salvo. Cuando ella preguntó por la niña él no supo qué responder. Cuando Trine cuenta esa historia respira de manera entrecortada y mira para otro lado. Está reviviendo en su memoria aquel instante en que su mujer se derrumbó junto a él. Años después, ya finalizada la guerra, supo que su hija había sido adoptada por un militar y que estaba a salvo.

Trine trabajó muy de cerca de Mayo Sibrián y de uno de los jefes principales del Paracentral, el Cuto Nelson, encargado de la zona del volcán Chinchontepec. Lo primero que recuerda de Mayo Sibrián es un detalle positivo que muestra la complejidad de la condición humana:

Recién llegado al frente preguntó cuánto se gastaba a diario. Juan Patojo y Trine, dos veteranos del frente Paracentral y sobrevivientes de las ejecuciones en esa zona por cada combatiente. Un peso con treinta centavos, le dijimos. Preguntó cómo estaba diseñado ese gasto, y le respondimos que dos cigarros, una porcioncita de azúcar y así le explicamos hasta completar el uno treinta. Pues no, dijo él, tiene que ser dos cincuenta por combatiente, pero eso sí, dijo, quiero un reporte diario, semanal, quincenal y mensual de ese gasto. Y no hay que estar poniendo solo frijoles, dijo, ni sólo arroz, hay que comer carne un día, otro día pescado, otro día queso con crema. Y siempre que salíamos a misiones le daba un pistillo a los compas para que compraran cualquier cosita.

Cuando Mayo Sibrián tomó el mando del Paracentral, Trine estaba operando con unidades militares de ese frente en la campaña de Chalatenango. Como era costumbre, las mejores unidades del Paracentral brindaban apoyo al frente norte de las FPL, con importantes contingentes de tropa: "Yo venía una vez al mes al Paracentral a dar mi informe, a traer a alguien que se había incorporado. Ya desde el principio se oía decir que había una depuración. En esa depuración murieron varios conocidos y amigos míos, familiares también. Ahí quedó una tal Rosa, hermana de la mujer mía", cuenta Trine.

Y agrega: "Pero en esa cuestión era difícil determinar cómo estaba la situación, porque pues estábamos en guerra y uno no podía andar averiguando esas cosas que eran bien delicadas. Lo que sí es cierto es que a la gente la iban cuadrando por algunas indisciplinas, por incumplimiento de tareas. Por esas razones los iban cuadrando, y cuando ya les hacían el llamado y no lo acataban, ahí era que los fusilaban. No tengo idea de cuántos fueron los muertos, pero sí fueron bastantes".

De regresó al Paracentral, Trine pasó a ser un cuadro de expansión en la zona norte de Zacatecoluca, después del período de las concentraciones de tropa, en la zona de los nonualcos. Mayo Sibrián llegaba a veces a darles charlas de política, estrategia y táctica militar.

Según Trine, en Mayo Sibrián había una actitud obsesiva en los factores ideológicos al momento de valorar a los guerrilleros. Aquel que no cuadraba con el presupuesto generalmente aceptado era amonestado severamente, luego pasaba al nivel de observación, que en tales condiciones significaba estar en curso de ser fusilado por una pequeña muestra de inconformidad con esos métodos.

En esas reuniones, además de recibir las orientaciones del mando, se realizaban procesos internos de evaluación, aplicando el viejo modelo leninista de crítica y autocrítica. El punto es que este mecanismo era utilizado por Mayo Sibrián para enfrentar a sus propios hombres, consciente o inconscientemente. Los señalamientos lanzados contra unos y otros, luego del debate y cierre de las reuniones, podían pasar de meras amonestaciones, sanciones disciplinarias, traslado a otras unidades, o el famoso estado de observación previo, al fusilamiento mismo.

En una de esas reuniones, Mayo Sibrián explicó que Walter (José Abraham Villalobos), jefe del batallón Ernesto Morales, que estaba basificado en la sub zona Ángela Montano, había sido degradado a nivel de combatiente raso por indisciplinas relacionadas con asuntos sexuales. "Entonces Mayo puso la ley de que el que incumpliera, de ahí para allá, iba a tener consecuencias, porque la disciplina de la Felipa es rigurosa. Aquí quedan claros, nos dijo a todos", recuerda Trine.

El mismo Trine se vio en aprietos. En una de esas famosas evaluaciones, que se realizó en el Chinchontepec, el mando le criticó fuertemente su estilo de trabajo, la conducta de sus hombres, las tácticas utilizadas para realizar los movimientos en las zonas de expansión, y concluyeron que él incumplía las normas de la organización y los acuerdos que se tomaban en el mando. La reunión fue dura debido a los graves señalamientos que pesaban en contra de Trine: "Te vas a quedar aquí para ver qué se decide con vos, me dijeron. Puta, dije yo, me van a matar estos hijos de puta. Pero yo tenía mi AK-47, y había decidido no dar mi cuero así por así".

Después de unas horas, que Trine sintió larguísimas, el mando tomó una decisión sobre su caso: "Me dijeron que le entregara mi radio de comunicaciones a Sebastián, mi arma de equipo a Osmín, y que entregara todo el trabajo de los milicianos, los contactos, y le designaron otro jefe a mi unidad. Ese procedimiento era el peligroso pues era el que aplicaban antes de las ejecuciones".

El final de la situación fue inusual: "Aquí se trata de poner en orden las cosas, ¿ustedes están de acuerdo en la consigna de revolución o muerte?, nos preguntaron. Yo sí, dije, yo también dijeron todos. Es que ustedes han sido gente del batallón Andrés Torres, nos dijeron, porque ya solo nosotros quedábamos de lo que había sido aquél batallón. Una cosa, siguieron diciendo, es decir que uno está de acuerdo con la consigna revolución o muerte, y otra cosa es cumplirla... Ahí me encabroné yo y les dije: Ah no, a mí de cobarde no me va a acusar nadie, y mucho menos ustedes que me conocen bien, les dije ya decidido a todo. Y me dicen ellos: Ya lo sabemos, cabrón, que a vos te retruecan los güevos, si el problema con vos no es ese no jodás... Y así quedó esa cosa. Esa vez sí la sentí cerca. Sentía yo que había hecho algo que no le perdonaron a nadie, pero me salvé".

Aunque el viejo Trine baja la cara o evade la mirada, al momento de pedirle que hable de las cifras de muertos por ejecución, explica que no pude decir más que fueron bastantes.

http://centroamerica21.com/edicion79/pages.php?Id=463

No hay comentarios: