lunes, 23 de febrero de 2009

La madre de Lucas pregunta por su tumba

Anexo al informe de una matanza

Antonia Osuna viuda de Romero vio partir a sus cuatro hijos, todos estaban organizados en las FPL. Es bastante probable que algunos de los hijos de Antonia hayan sido desaparecidos; lo cierto es que de tres de sus hijos no se tiene noticia sobre el lugar donde fueron enterrados, paradójicamente el más chico, José Amílcar "Lucas", fue asesinado por sus mismos compañeros.

Berne Ayalá
redaccion@centroamerica21.com

Nejapa es un pequeño pueblo asentado al pie de un cerro que hoy luce deforestado, lugar tranquilo donde las mujeres venden pupusas de harina de arroz a los viajeros de los autobuses. La calle principal cruza el pueblo desde la carretera hasta los cantones del norte, donde la guerrilla tuvo sus campamentos de expansión, el edificio de la alcaldía no ha cambiado en muchos años, sigue asentado al oriente de un parque donde suele verse a los viejos espulgando recuerdos.

Los sembradíos de caña de azúcar abundan en los alrededores, los ríos San Antonio y El Brujo ya no son tan limpios pero aún salpican sus amaneceres con el remanso de los muertos decapitados; la corriente de los vientos que bajan desde el volcán de San Salvador recuerda la fiesta de "las bolas de fuego", surgida del sincretismo de la religión y la experiencia popular a partir de un hecho natural: la erupción de ese volcán en una época remota en la cual la gente no pudo explicarse el por qué la tierra vomitaba fuego sobre sus casas.

Nejapa quedó atrapada entre dos zonas de altísima actividad guerrillera, el Volcán de San Salvador y el cerro de Guazapa, los caminos entre un lugar y otro eran transitados por las guerrillas y las tropas del gobierno. Los rebeldes acampaban al norte y al sur para dormir o para preparar sus emboscadas, para trasladar armamentos. Por sus periferias pasaron las enormes cantidades de tropa de las FPL desde Chalatenango, para la ofensiva de 1989. Escuchar explosiones o balazos muy cercanos o tropezar con un guerrillero caído, se volvió cotidiano para sus habitantes.

Antonia Osuna viuda de Romero

En una casita de ese poblado nació y creció Antonia Osuna viuda de Romero, madre de Lucas, "El Hombre Rana". Lúcida mujer que administra la palabra con la precisión del evangelio, su voz firme y reflexiva advierten una militancia con la fe protestante que, más allá del susurro de un discurso fanático, expresa un largo y doloroso recorrido por la vida, como una gitana que fue dejando atrás de sí sus mayores tesoros. A sus 72 años se mueve con soltura y pica fuerte, como el mar embravecido.

-Tengo más de treinta y cinco años de andar en las cosas de Dios-, me dice con voz serena-. Yo nací en las Asambleas de Dios, pero cuando me fui para Guatemala ingresé en la iglesia Canaán, y desde que regresé estoy en la iglesia Profética Monte de Jehová.

Antonia ingresó a la iglesia en los años setentas, una época repleta de pobreza y desestabilización política, inundada de muertos y desaparecidos, el caldo que comenzó a llevarse a sus hijos, unos al exilio y a otros a la muerte.

Lucas, el menor de ocho hijos

Trajo al mundo ocho hijos, seis varones y dos mujeres. El menor de todos ellos, José Amílcar Romero Osuna, mejor conocido como Lucas en las filas de las FPL, era un niño cuando Nejapa se vio pintada de rojo y las consignas atraían a los guardias a los patios de las casas para sacar a la gente de las "greñas". Sus hijos mayores habían tenido que saltar las cercas en esas huidas pues todos estaban organizados en las FPL.

-Cuando se pusieron de moda las carteras de pita, Amílcar me ayudaba a hacerlas, después las vendía y con eso me ayudaba para los gastos de la casa, no tenía ni los catorce años entonces. También se iba al cerro a traerme la leña con otros cipotes. Siempre estaba pendiente-, recuerda.

Lucas iba a la escuela de Nejapa, al igual que sus hermanos, entonces Antonia comenzó a verlo con sospecha pues se dio cuenta que quizá él, aunque era un muchachito, también estaba involucrado con las organizaciones de izquierda. Un día Lucas se acercó y le dijo:

-Mire, mamá, yo me voy a ir, tenemos que luchar, dicen los compañeros que después nos van a dar tierras para que vivamos mejor.

Antonia respondió con una incólume profecía:

-Sí, le dije yo, el cementerio. Esa es la tierra que te van a dar, la del cementerio.

No pudo evitar que se fuera, aunque hizo mucho por no verlos "metidos en cosas", como lo recuerda:

-Yo lo regañaba pero él necio que se iba. Y como no tenía la edad me pidió que le firmara los documentos para poder irse.

Así es como sus hijos comenzaron a partir, sin avisar. Igual sucedió con Lucas. Desde ese día que su hijo menor salió de aquella casa, donde aún sigue viviendo Antonia, no lo volvió a ver jamás.

Es bastante probable que algunos de los hijos de Antonia hayan sido desaparecidos, como Samuel Edgardo Romero Osuna, que fue capturado por las autoridades militares cuando andaba en una actividad de propaganda. Lo cierto es que de tres de sus hijos no se tiene noticia sobre el lugar donde fueron enterrados, paradójicamente el más chico, José Amílcar "Lucas", fue asesinado por sus mismos compañeros.

Mario Daniel Romero "Tilo", el único hijo que le sobrevive a Antonia, también se marchó de aquella casa de Nejapa, en busca del mismo sueño revolucionario. Cuando ella se vio sola y sumergida en una situación económica desastrosa, además de insegura, salió disparada y cruzó la frontera con Guatemala.

Exilio y retorno

Vivió los años de la guerra en aquel país, lavando y planchando ropa ajena, sobreviviendo en la mayor de las pobrezas, yendo a la iglesia y orando cada día por sus hijos, como ella misma lo recuerda. En ese exilio inclemente pasó días de hambre cómo no vivió en ningún otro tiempo.

Un día de enero de 1992 el mundo conoció la noticia más importante para nuestro país: la guerra había terminado. La mujer creyó que era el momento de dar la vuelta, tomó sus "trapos", los envolvió en una colcha, hizo el tanate y regresó a su país.

Era la hora de buscar a sus hijos, de saber de sus vidas. Sus hijas sobrevivieron, una en Guatemala y la otra en Estados Unidos. Una de ellas fue torturada y vejada por la Guardia Nacional. Los varones todavía faltaban.

Llegó a la misma casa y se arrinconó en un pequeño cuartito, donde sigue pasando las páginas del calendario. Desde su regreso no dejó de preguntar por sus hijos, como tampoco ha dejado de ir a la iglesia un solo día.

Una mañana del final del año recién pasado, sus vecinas le avisaron que su hijo Tilo estaba hablando en la televisión, entonces supo el destino fatal del más chico, José Amílcar "Lucas".

Antonia es una mujer admirable, no sólo por la edad y la energía física que aún conserva, especialmente lo es por su temple moral, en sus ojitos ancianos rebotan las olas de un mar que quedó atrapado en un silencio que ha comenzado a derrotar la insustancialidad de los discursos de los hombres que prometieron un mundo mejor, y que hoy ocultan el asesinato de su amado José Amílcar:

-Dios ha sido mi refugio en mis días de dolor, el mejor juez de los jueces, el único que no se puede pistear. La verdad está en sus manos, él decidirá cuándo anunciarla-, me dice con tono valiente, alza los brazos y mira al cielo.

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jueves, 19 de febrero de 2009

El silencio de Ramiro


"¿Pero quién es Ramiro?", me preguntó un periodista extranjero que cubrió el conflicto interno salvadoreño, y que entrevistó a toda la jefatura guerrillera, excepto al comandante Ramiro. Suponía que yo debía saberlo porque he escrito cientos de páginas sobre los entresijos de esa guerra y sus protagonistas. Pero tuve que admitir que tampoco yo conocía gran cosa de ese personaje que de pronto ocupaba la portada de todos los periódicos.


Me puse entonces a buscar información en viejas publicaciones y entre militantes y ex militantes del FMLN. El resultado fue poco alentador. "Es que de Ramiro nadie sabe mucho", me dijo uno de los consultados. Con todo, seguí indagando y algo pude sacar en claro. Este es el reporte de esa investigación.

Geovani Galeas
redaccion@centroamerica21.com

Ramiro Vásquez no sale en las fotos ni en las películas de la guerra. José Luis Merino solo ha concedido una entrevista desde que se firmó la paz. Pero se trata del mismo hombre que fundó y comandó las guerrillas del Partido Comunista, y que una vez fallecido Schafik Hándal se convirtió en el dirigente más poderoso del FMLN.

Hándal fundó su prestigio casi legendario en la visibilidad de su presencia incesante en cincuenta años de luchas antigubernamentales, presencia cuidadosamente historiada por otros y por él mismo. Ramiro Vásquez en cambio construyó su poder en riguroso secreto, sin dejar huella de lo que pensó, dijo e hizo.

Poco después de la fallida "ofensiva final" guerrillera de 1981, Joaquín Villalobos planteó que los dirigentes del FMLN no debían ocultar sus nombres ni cubrirse el rostro como si fueran bandoleros anónimos, sino mostrarse abiertamente para proyectarse como estadistas. Solo Merino no se quitó la capucha ni dejó de llamarse Ramiro.

Ya firmada la paz Ramiro Vásquez dio paso a José Luis Merino, diputado del Parlamento Centroamericano. Cuando se le pregunta si él es el verdadero poder detrás del trono, responde: "No soy el que manda en el FMLN, solo estoy en el equipo de los que mandan". Pero todos los de ese equipo son habituales en las primeras planas y las pantallas televisivas, excepto Merino, que al igual que Ramiro sigue haciendo pareja con el secreto.

El escándalo

El pasado 10 de mayo el diario el País, de España, reportó que un tal "Ramiro salvadoreño del FMLN", negociaba con la narcoguerrilla de las FARC temas que van desde secuestros a realizarse en Panamá, tráfico internacional de armas y envío a Colombia de ex guerrilleros salvadoreños entrenados en Vietnam.

La información se basaba en correos electrónicos encontrados en las computadoras incautadas a Raúl Reyes, el abatido segundo jefe de las FARC. Dichos correos fueron examinados por Maite Rico, la corresponsal de El País.

El FMLN negó todo vínculo con las FARC, y alegó que el reportaje del periódico español era parte de "una campaña mediática de la derecha internacional y nacional para desprestigiar al partido". El candidato presidencial farabundista, Mauricio Funes, también dijo que la información de El País no era confiable.

Por esos mismos días otros medios colombianos, así como The Wall Street Journal y el diario El Comercio, de Perú, también accedieron a información de las computadoras de Reyes y publicaron más detalles comprometedores para Ramiro y el FMLN.

En todo caso, ese partido y su candidato afirmaron que los contenidos de las computadoras pudieron ser alterados por el gobierno colombiano. Solo que ese gobierno había sometido al escrutinio técnico de la INTERPOL los discos duros, y sería ese organismo internacional el que certificaría si dichos contenidos habían sido manipulados o no.

La INTERPOL dio por fin su veredicto, en el sentido de que no había existido ninguna manipulación, y de que la información filtrada por las autoridades colombianas a los medios de prensa era auténtica.

Para rematar el cuadro, el presidente venezolano, Hugo Chávez, reveló en público que él había conocido a Raúl Reyes precisamente en El Salvador, en 1996, durante la realización del Foro de Sao Paulo, cuyo anfitrión en esa ocasión fue el FMLN.

No pudiendo ya negar ni el vínculo ni la autenticidad de la información consignada por la prensa, pero sobre todo acuciado por la evidencia de que pronto saldrían a la luz nuevas revelaciones sobre Ramiro y la relación del FMLN con las FARC, los dirigentes de ese partido admitieron que sí habían existido esas relaciones, pero no en el sentido que lo establecían los reportajes publicados.

El candidato Mauricio Funes, por su parte, llegó incluso a decir que, en todo caso, el tal Ramiro mencionado en las computadoras de Reyes no era necesariamente José Luis Merino, "ya que en el FMLN hubo muchos Ramiros durante la guerra".

Un paso a las armas

En marzo de 1979 el Partido Comunista salvadoreño realizó su Séptimo Congreso. La discusión central giró en torno a la necesidad de sumarse a la lucha guerrillera, misma que había caracterizado en los años anteriores como una peligrosa "desviación ultraizquierdista".

Diez años antes, en 1969, los comunistas habían discutido exactamente lo mismo. En aquel momento el secretario general del partido, Salvador Cayetano Carpio, pugnaba por la lucha armada, en tanto que el segundo dirigente en importancia jerárquica, Schafik Hándal, se pronunciaba por la vía electoral.

Hándal terminó por imponerse en la disputa; Carpio salió del partido y fundó las FPL en abril de 1970. Por esos días también se fundó el Ejército Revolucionario del Pueblo, y poco después surgieron las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional y el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos.

Para 1979 la situación nacional entró en crisis. La izquierda consideró llegado el momento de asaltar el poder. Pero el Partido Comunista carecía de una estructura militar. Comenzar a prepararla fue la decisión tomada en el Séptimo Congreso. La tarea fue encomendada a un discreto estudiante de segundo año de sociología, José Luis Merino, que por entonces ostentaba el cargo de secretario general de la Juventud Comunista.

Los combatientes de las FPL, ERP, FARN y PRTC se formaron en la experiencia misma del combate a los largo de los años setenta. Para 1979 muchos de ellos eran ya consumados guerrilleros capaces de operar coordinadamente en escuadras, pelotones e incluso excepcionalmente en compañías.

Los comunistas, que habían estado empeñados hasta entonces en las competencias electorales, carecían de esa experiencia militar. ¿Cómo hizo Ramiro Vásquez para conformar en poco más de un año las Fuerzas Armadas de Liberación, FAL, brazo armado de su partido?

La formación militar

Los dirigentes comunistas salvadoreños comenzaron a viajar a Rusia desde los años treinta, y ya en los sesentas incluyeron a Cuba en su agenda de viajes. Circunstancias precisas de esos itinerarios se relatan en la biografía de Miguel Mármol y a lo largo de la obra de Roque Dalton y otros autores de izquierda.

Cayetano Carpio cursó durante cuatro años estudios de marxismo-leninismo en Moscú, a mediados de los años cincuenta. Pero según los relatos de Dalton la instrucción no siempre se limitaba al aspecto filosófico: él mismo recibió entrenamiento militar en Cuba tan temprano como en 1962.

Por aquellos tiempos, un grupo de cuadros comunistas entre los que se contaba Schafik Hándal, Miguel Sáenz Varela y Domingo Santa Cruz entre otros, formaron la célula Frank Pais, en la cual todos sus miembros habían recibido entrenamiento militar en Moscú y La Habana.

A finales de los sesentas los comunistas comenzaron a enviar a Rusia contingentes mayores de jóvenes salvadoreños, no necesariamente militantes del partido. Iban principalmente a la Universidad Patricio Lumumba y estudiaban las más diversas especialidades. Sólo un grupo selecto recibía instrucción paralela en la Academia militar Mijail Frunze, de la cual egresaban con grado de tenientes homologados al Pacto de Varsovia. Ramiro Vásquez fue uno de ellos.

Según algunos de sus ex camaradas, Ramiro obtuvo su formación militar regular en Moscú; en La Habana aprendió las técnicas del clandestinaje y de la inteligencia y contra inteligencia, en tanto que en Managua absorbió de los sandinistas la experiencia de la lucha guerrillera.

La guerra

Hacia 1980 ya el Partido Comunista había conseguido algún armamento en el bloque socialista europeo. Mientras triangulaba la introducción clandestina de las armas al territorio nacional, vía La Habana y Managua, Ramiro entrenaba los primeros comandos urbanos de las FAL, al tiempo que implantaba incipientes campamentos de instrucción militar en Chalatenango, Santa Ana y el cerro de Guazapa.

La cantera de su pequeña tropa en formación era la Juventud Comunista. Los oficiales que la comandarían en el terreno serían los jóvenes tenientes que comenzaron a regresar de Rusia desde finales de 1980, entre ellos Roberto Lorenzana y Sigfrido Reyes, ahora miembros de la Comisión Política del FMLN.

Luego de la fracasada "ofensiva final" de 1981, Ramiro basificó su escasa tropa en el cerro de Guazapa, donde además ubicó su propio puesto de mando. Sin embargo, en ningún momento abandonó la conducción directa de los comandos urbanos que operaban en San Salvador.

Durante los doce años que duró la guerra, Schafik Hándal se encargó desde Managua de la línea política estratégica, las alianzas y las relaciones internacionales. La operación militar, y las actividades relacionadas a la infiltración comunista en el ejército nacional, fue asunto de Ramiro. Pero casi ninguno de los hombres bajo su mando supieron en qué momentos estaba en el cerro de Guazapa o en San Salvador, sus dos escenarios de guerra.

El pensamiento

El FMLN fue el resultado de la alianza entre comunistas y socialdemócratas. Los comunistas fueron los últimos en sumarse a la lucha armada y su incidencia militar en la guerra fue mínima. Pero ya en la paz, fueron ellos los que coparon la dirección del FMLN y poco a poco fueron expulsando a los representantes de la izquierda moderada.

Para los socialdemócratas o renovadores, el objetivo es el establecimiento pleno de la democracia con todas sus libertades; es decir, la reforma del sistema vigente; para los comunistas u ortodoxos, el objetivo es la dictadura del proletariado; es decir, la destrucción del sistema democrático vigente para dar paso a la construcción del socialismo.

Después de su derrota electoral de 2004, el FMLN entró en un proceso interno de revisión de su estrategia y sus métodos de lucha. El primero de septiembre de ese año, Schafik Hándal presentó ante los cuadros de su partido una ponencia titulada "El FMLN y la vigencia del pensamiento revolucionario". El centro de su argumento fue el siguiente: "Para transformar la realidad de El Salvador necesitamos un partido que siga fiel a la misión revolucionaria de cambiar este sistema".

Fallecido Hándal, el replanteamiento quedó en manos de Ramiro Vásquez, quien apoyado por Salvador Arias presentó sus conclusiones en la Escuela de Cuadros del FMLN, en mayo de 2006.

Lo dicho en esa reunión, cuyo contenido textual se puede encontrar en internet, y puede verificarse en el documento titulado "Un FMLN organizado bajo principios leninistas", firmado por Héctor Acevedo y publicado por la Escuela de Formación Política e Ideológica Feliciano Ama, del FMLN, no deja lugar a las interpretaciones.

"Luego de los Acuerdos de Paz, los sectores de derecha nos llevaron a que nosotros mismos destruyéramos el victorioso modelo de partido que nos sirvió para hacer la guerra popular revolucionaria. Nos dieron paja con el cuento de abrir el partido y volvernos pluralistas, propositivos. Y lo aceptamos. El propósito era transformar el FMLN en un apéndice de la burguesía. No nos destruyeron pero lograron golpearnos", comenzó diciendo Ramiro.

Luego añadió: "Lenin nos enseñó que en primer lugar el FMLN debe ser un partido con ideología, identidad y posición de clase. Todavía hay compañeros que niegan la lucha de clases, y por eso rechazan la lucha de calle. Dicen que eso es cosa del pasado (...) Hay al interior de nuestro partido gran discusión que requiere reforma de los estatutos, lo cual no es compartido por los llamados renovadores; es la misma discusión de Lenin con los reformistas de su época, entre marxistas revolucionarios y socialdemócratas, entre revolución y reforma".

Por su parte Salvador Arias precisó: "Hay que estar claros que nos enfrentamos a un sistema y no solo a un partido (...) El sistema capitalista en El Salvador se orienta a un régimen político dictatorial".

Evidentemente, al definir al FMLN como un partido anti sistema, las elecciones aparecen como un mero instrumento secundario en la estrategia de la toma del poder, pues según Ramiro Vásquez: "El tema electoral es un factor necesario en el proceso de acumulación de fuerzas, pero la vía electoral se vuelve insuficiente y se agota. Si bien las elecciones son un instrumento de lucha, no permiten construir un poder alternativo que surja de la destrucción del poder existente".

En suma, como ya lo había advertido Ramiro en la entrevista concedida a El Faro en noviembre de 2005, se trata de un FMLN expresamente alineado con Cuba y Venezuela, hostil a los Estados Unidos, anticapitalista y anclado en los principios del marxismo-leninismo.

La contradicción

El discurso político de Mauricio Funes, que poco a poco y a trompincones se va orientando hacia la social democracia, aparece ahora como una contraposición total en relación al pensamiento de Ramiro Vásquez y al replanteamiento estratégico iniciado por Schafik Hándal. ¿Pero representa ese discurso el verdadero proyecto estratégico del FMLN?

Héctor Acevedo, otro de los mencionados en las computadoras de Raúl Reyes como uno de los contactos salvadoreños de las FARC, y coordinador de la directiva departamental del FMLN en Sonsonate, replicó en el mencionado documento el replanteamiento estratégico formulado por Ramiro, y parece adelantar una respuesta muy clara a esa pregunta: "El partido concebido por Lenin no es un grupo que se forma en torno a un caudillo para proporcionarle el apoyo de las masas que este necesita para la realización de sus ambiciones políticas".

Y remata: "Es necesario que el FMLN asuma su ideología marxista-leninista y luche por mantener su unidad ideológica, de lo que se desprende que no pueden coexistir en su seno dos o más ideologías dentro del mismo partido (...) El proletariado necesita tener su propio partido, un partido de su clase, a través del cual pueda enfrentarse a la clase opresora, y pueda de esa manera disputarle el poder con todos los medios posibles, hasta arrebatarle el poder total".

Ramiro Vásquez ha guardado absoluto silencio respecto al discurso de Mauricio Funes, pero es que el silencio es el sello de su estilo conspirativo, y es él quien tiene el control de las finanzas y del aparato del partido y las relaciones internacionales estratégicas. Si se considera su trayectoria, su pensamiento y su peso específico dentro del FMLN, ¿Qué oportunidad tiene Mauricio Funes de ser otra cosa que un instrumento más en sus manos?

Por ahora, el único problema de Ramiro Vásquez está en la información aun no revelada de las computadoras capturadas a su colega de las FARC.

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domingo, 15 de febrero de 2009

La saga de los Esquiveles


Hijos de la revolución traicionada


Parte I

El apellido Esquivel es el génesis de una dinastía que pesa en la historia relatada en el libro Informe de una matanza. Grandezas y miserias en una guerrilla. Esta es parte de la saga de los Esquiveles, admirables combatientes revolucionarios.

Berne Ayalá
redaccion@centroamerica21.com

Una mujer mete pólvora a un trabuco mientras el hombre dispara un revólver 32.20. Cuando se terminan las balas ella le entrega la otra arma cargada para no interrumpir las descargas. Miran de vez en cuando hacia atrás, como buscando el sitio donde será la retirada. Entre los muros de la casa se esconde varios niños -hijos de ambos-. Ella se llama Bonifacia Ramírez de Esquivel y él, Benigno Esquivel. Uno de los niños que se esconde bajo un tabanco para evadir las balas del cerco enemigo se llama Anselmo Esquivel, quien muchos años después será el padre del capitán Juan Patojo de las FPL.


El zafarrancho tuvo lugar en el departamento de Jutiapa, Guatemala. Los Esquiveles, una vez vencido el cerco enemigo, caminaron varios días y noches, bajo la lluvia y la oscuridad, arrastrando a su prole. Cruzaron la frontera de El Salvador y continuaron avanzando hasta el oriente del país, atravesaron el río Lempa entre San Vicente y Usulután, luego se internaron hacia el norte del poblado de San Agustín, y en un terreno poco accesible, quebrado y montañoso, iniciaron una nueva vida, una vida que buscaba la paz en un siglo repleto de guerras.

El apellido Esquivel es el génesis de una dinastía que pesa en la historia relatada en el libro Informe de una matanza. Grandezas y miserias en una guerrilla. Ese apellido fue traído a nuestro país por esos peregrinos guatemaltecos que se alzaron en armas en el rebufo de la revolución mexicana y sus ecos guatemaltecos, a principios del siglo XX, y que generaron una familia de combatientes revolucionarios en nuestro país.

-Mi abuelo sólo traía un paraguas cuando llegó a estos lados, y con ese paraguas se tapaba mi papá y sus hermanos, que eran unos niños. Y se fueron a vivir al cantón la Quesera de Usulután. Cuando yo le preguntaba a mi papá que por qué se habían ido a vivir tan lejos, él me decía que porque andaban huyendo. Mi abuelo peleó con un 32.20 y mi abuela disparaba con una escopeta de taco. Mi papá estaba pequeño. Es que mi abuelo se reveló contra el gobierno. Mire, la cosa era perra, mi abuela cargaba las escopetas de taco y los dos tirando. En esa revuelta de Guatemala mataron a un hermano de mi abuelo, al papá de mi tío Antonio, por eso lo adoptó mi abuelo y fue como un hermano de mi papá -dice Juan Patojo.

Anselmo Esquivel, el padre de Juan, nació en 1912, la década de la revolución mexicana. A partir de lo que nos cuenta sobre su familia, hemos podido colegir que, con bastante probabilidad, sus abuelos Benigno y Bonifacia, hayan llegado a nuestro país un poco antes de 1920 o incluso ese mismo año, época en que la crisis mexicana produjo un conflicto entre Guatemala y México por la disputa del territorio de Chiapas.

Pero la pelea por la vida librada por los Esquiveles fue en el conflicto civil interno de Guatemala, al que algunos historiadores llaman "revolución" o "la rebelión popular", que tuvo lugar en 1920, y que terminó con el gobierno del presidente Manuel Estrada Cabrera. Ese "movimiento popular" fue dirigido por el que sería presidente de ese país, Carlos Herrera y Luna. Dicha crisis política fue influenciada por la revolución mexicana y provocó el alzamiento de miles de guatemaltecos y la migración de muchos. Bonifacia y Benigno Esquivel son parte de esos alzados.

-Cuando mis abuelos se vinieron para El Salvador, como era una revuelta dura, también se vinieron los hermanos de mi abuela y mi abuelo, y el hijo de mi tío Antonio que murió allá. Ese mi tío Antonio pegó como veinte hijos.

Juan recuerda que, años después, en la crisis de 1932, su madre que era una muchacha de unos quince años, escuchó hablar de los comunistas y que las patrullas hacían trincheras de piedra en las calles, ella, que se llamaba Antonia Flores, vivía en el poblado de Berlín.

-Mi mamá era de Berlín y me contaba que le hablaban del comunismo, cuando ella tenía quince años, que las patrullas hacían rimeros de piedras, esperando a los comunistas. Y dice que un día a un carro se le fueron los frenos y pasó por encima de la trinchera y dice ella que corrió a la casa bien asustada gritando: hay vienen los comunistas y mis abuelos la garrotearon toda, no hagás bulla, le dijeron.

Por esos días fue que doña Antonia se conoció con don Anselmo, para entonces él tenía veinte años y a esa edad fue que se casaron y comenzó a producirse, junto a los otros hermanos de don Anselmo Esquivel, la generación de lo que más tarde sería una de las colonias de guerrilleros más grande de El Salvador, la que llevó el gen de aquel apellido del revólver 32.20 y las escopetas de taco.

-Cuando viene mi abuelo, ya habían matado al papá de mi tío Antonio. Allá en Guatemala fueron dos muertos, uno hermano de mi abuelo y uno hermano de mi abuela -cuenta Juan.

Uno de esos tíos abuelos caídos en combate en Guatemala era el abuelo de "Raúl Murciégalo", combatiente revolucionario que fue "ajusticiado" por las FPL en el frente paracentral.

-"Raúl Murciégalo", que en verdad se llamaba José Luna Esquivel, me decía tío, pero era mi primo. Era hijo de mi tío Chilo Esquivel.

Luego de asentarse en los territorios de La Quesera, don Benigno Esquivel hizo un préstamo de quinientos colones y así comenzó a comprar las tierras que serían de sus hijos y nietos. Asegura Juan que su abuelo fue alcalde municipal de San Agustín, Usulután, durante dos periodos. No hay duda que estos hombres han llevado la agitación política bien metida en la sangre.

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viernes, 13 de febrero de 2009

Informe de una matanza: El hijo de Agustín la Liebre


Un anexo al Informe de una matanza


Ramón, hijo de Pablo Esquivel (conocido como Agustín la Liebre en el frente paracentral, y asesinado por sus mismos jefes), oyó hablar del libro Informe de una matanza. Grandeza y miseria en una guerrilla. Entonces decidió contactarnos. Berne Ayalá fue hasta su rancho y descubrió que la historia de los Esquivel es mucho más dolorosa de lo que creíamos.

Berne Ayalá

Escritor salvadoreño
redaccion@centroamerica21.com

La llama prendida calienta el agua para el café,las musarañas del final de la tarde se mecen como arañas en la pared construida con tablas, un perro enano pasa al lado del poyetón arrastrando un pedazo de cadena, en el corredor de tierra no hay sillas, más que un tablón largo en forma de banca cuyas patas están sembradas en el piso.

Desde la puerta que conduce al interior se observan las hamacas colgadas y los canceles de plástico con flores de colores con los que se cubre el interior del dormitorio, él va vestido de calzoneta, su tío, el capitán Juan Patojo, le recuerda el parecido con su padre y su conversación adquiere el tono del territorio árido que hoy rodea su choza, el ruido del río tiembla atrás, pero también la fotografía de la guerra:

-No, si este es Pablo, no puede ser otro, Pablo Esquivel -dice Ramón, mencionando el nombre de su padre, mejor conocido en la guerra como Agustín la Liebre, recordando los comentarios que hace todo aquel que conoció al veterano guerrillero que fue su progenitor y lo compara con él. Al verlo a los ojos hemos preferido quedarnos con esa versión, de que Ramón es el vivo retrato de Agustín, es en definitiva una idea atractiva para la historia de una familia sumamente admirable, la de los Esquivel.

-Y aquel hombre estaba alegre cuando yo le dije que era Pablo (Agustín), y pregunta que si es cierto porque lo veía igualito y entonces creyó que no había muerto -dice Juan Patojo.

-Y usted se llama Pablo, me pregunta, y yo le digo que no y él me dice nombre si es que así le hubieran puesto porque es igualito -agrega Ramón al recordar lo que le dijo el hombre que salía de la sorpresa.

La familia nuclear de Pablo Esquivel, mejor conocido en la guerrilla como Agustín la Liebre, estaba constituida por seis miembros, los esposos y cuatro hijos. Los esposos y los dos hijos mayores se fueron a la guerra en el frente paracentral, sólo sobrevive Ramón, en cuya casa hemos situado nuestra cámara y nuestros sentidos. A uno de los hermanos menores lo llevaron a un refugio de Honduras y después se fue a Estados Unidos donde hoy vive.

Ramón llegó a convertirse en guerrillero a la edad de nueve años. La sola mención de su edad, similar a la de uno de los niños que juega dentro de su casa, vuelve inevitable la reflexión acerca de la infancia de la militancia guerrillera en El Salvador. Llegó al frente en el año 1986 y cuando cumplió sus once años estaba listo para acompañar a las tropas que participaron en la ofensiva de 1989.

-Antes pasé peleando en la zona de la Ángela Montano. Si a los seis meses de haber entrado ya me habían mandado a poner una emboscada. Fue el primer susto que tuve -dice Ramón.

Agustín fue instructor de su propio hijo en el frente paracentral, después dejaron de verse, salvo en algunos momentos muy cortos cuando las columnas guerrilleras donde cada cual andaba se entrecruzaban por aquellos lugares. Durante la ofensiva de 1989 Ramón vio combatir a su padre, cuando andaba al mando de un destacamento guerrillero.

Ramón recuerda hoy a dos de los jefes de su unidad en aquellos duros días de combate, los tenientes Carlos y Moris, cuya sola mención invoca los oscuros procedimientos de exterminio suscitados en el frente paracentral. Ambos han sido señalados por los testigos como dos de los mayores ejecutores directos de muchos guerrilleros.

-A los tres días que entramos a Zacatecoluca y se vio la cosa perra, heridos, muertos y pedaceados por todos lados, el teniente Moris se cagó, le agarró pálida. Y lo perro fue que había que ver qué hacer. Inmediatamente lo cambiaron y pusieron a Carlos -dice Ramón.

Ramón estuvo en varias de las zonas del frente paracentral, pero también combatió en el norte de Chalatenango. Antes de que se diera la batalla de la ofensiva de 1989, cuando Ramón y uno de sus hermanos estaban destacados en la zona de la Ángela Montano, de donde eran originarios, ambos recibieron la orden de pasar al otro lado del río, a la zona de Gavidia. Ramón no aceptó, quizá por una intuición, lo cierto es que su hermano sí obedeció la orden. Hoy recuerda que esa vez lloró, cuando le dijeron que su hermano había caído en una emboscada. Fue el único de los tres miembros de su familia que cayó en combate.

El fusilamiento de Agustín la Liebre fue el primero que conocimos en nuestra investigación, en efecto, como su hijo lo recuerda, fue asesinado por sus mismos compañeros poco tiempo después de la ofensiva de 1989, en los primero meses de 1990.

Pero hay una parte de la historia que no conocíamos. La madre de Ramón, esposa de Agustín la Liebre desde antes que comenzara la guerra, también fue fusilada. Se llamaba Rosa y habían vivido al norte de San Agustín, en el departamento de Usulután.

-Primero mataron a mi mamá. Me reunieron a mí, como para concientizarme de que la habían matado. Me habló Judas y me habló el Cuto Nelson y Raúl Médico. Ellos tres hablaron conmigo, que la habían ajusticiado y que era contra. Y el problema no fue así, lo que pasó es que a mi mamá se le fue un disparo y le dio a otra compañera y por eso la ajusticiaron. A ella la fusilaron en la zona de la costa. A ella la mataron antes de la ofensiva y a mi papá después. Luego vienen y matan a mi tío José Esquivel (de seudónimo Carlos Clavo). Él se fue para Cuba y de allá salió en un avión y lo mataron en Nicaragua -recuerda Ramón.

La familia Esquivel se ve golpeada no sólo por las muertes de sus familiares que cayeron en combate sino también por la misma decisión de sus mandos. Es indiscutible que ante la muerte injusta de un pariente se vendría el reclamo de los sobrevivientes, quienes de antemano estaban en la lista de sospechosos por el solo hecho de ser familiares. ¿Qué familiar, qué hijo, que hermano, que esposo, no reclamaría por la muerte de un pariente suyo?

-Después de todo eso me agarraron en el volcán y me querían desarmar. Yo le dije a Judas que el fusil no se los daba y que no se los daba. Yo estaba en investigación. Hicieron una matazón en el pelotón donde yo estaba. Solo quedamos vivos tres: la Xiomara, Luis y yo, solo los tres quedamos vivos de los treinta. A toditos los fusilaron nuestros jefes. Eso después de la ofensiva. En ese pelotón había bastantes de la zona de Gualcho (norte de San Miguel), gente que llegó para reforzar en la ofensiva. Y eran compañeros buenos para pelear, buenísimos. Con ese grupo vine yo a la zona de Zacate para apoyar en la ofensiva. Pero también hubo unos dos que se lograron escapar, Elmer (segundo jefe del pelotón) y una cipota, cuando vieron que en la noche agarraban a la gente y la desaparecían. Nadie hablaba nada porque estaba perro. Si esa gente no se va también la matan -explica Ramón.

Ramón tiene ahora 31 años de edad, entonces, cuando vio morir a sus compañeros, era apenas un niño de doce años. Pero no sólo eso, también fue conminado a cuidar a sus propios compañeros en una de esas noches. Uno de ellos era Amílcar y una guerrillera llamada María. Hoy, con el tiritar del fuego de la hornilla que prende a uno de sus costados, nos recuerda esa que sin duda fue una de sus pesadillas:

-Los dos estaban quebrados, y desnuditos. Y me decía la cipota: levantame y nos vamos y yo le decía y cómo vas a caminar así toda quebrada, o dame el fusil, me decía. Y alguien me estaba vigiando a mí, a ver qué hacía. Si te suelto me van a matar a mi, le dije. Y además de nada sirve que te suelte si no te podés ir. Daba pena ver a los compas así tirados si semanas antes habíamos andado juntos peleando contra el enemigo ahí por el ingenio.

Las historias contadas por los sobrevivientes calzan como los pies en los zapatos adecuados aún cuando muchos de ellos no se conocieron en aquellos días de la guerra, las valoraciones de los jefes y los testimonios de aquellos que fueron guerrilleros muy jóvenes hablan por sí solos, nos muestran una realidad subyugante.

-Nos mandaron a cinco a hacer un golpe de mano, no fueron los que exploraron sino que nosotros que no conocíamos las posiciones del enemigo. Y fue bien raro porque cuando nos mandaron al ataque entramos en medio de los posiciones del enemigo y peleamos duro pero no nos mataron. A los tres días de que llegamos nos amarran como si lo que querían es que nos mataran. Entonces fue que mataron a los otros compas, porque no salió bien el operativo. O sea que era como si nos hubieran mandado para equivocarnos y luego nos mataban, bien raro.

A Ramón le dijeron que la muerte de su padre, Agustín La Liebre, había sucedido debido a que era "contra". Ésa fue la explicación que le dio Judas, pero él no la aceptó y les argumentó que si así hubiese contra no hubiera peleado como peleó en la ofensiva o hubiera matado a sus compañeros.

-Yo no creo, no creo y no creo, le dije. Cómo no, me dijo él, si toda tu familia es rebelde. Y como es cierto que mataron a varios -reflexiona.

Un hermano caído en combate y con sus padres fusilados por los mismos compañeros, Ramón siguió combatiendo, jamás desertó, jamás abandonó las filas de la guerrilla, quizá porque no conoció otro mundo sino el de la guerra, quizá porque fue llevado a las líneas de fuego desde los nueve años, quizá porque su tiempo no fue otro que el de la muerte. Y fue con otros sobrevivientes al norte de Chalatenango, aún después de todo eso, y con tres pelotones del frente paracentral acorralaron a las unidades del batallón élite Bracamontes y lo hicieron adentrarse en el territorio de Honduras.

Ramón es sereno al hablar, se percibe en él el aura del "viejo guerrero", un término que suena extraño al verlo cargar a su prole, su veteranía a los apenas treinta y un años representa una de esas vidas que no quisiéramos dejar de contar en esta saga de los Esquivel, una familia de la que nos falta hablar todavía en esta gran historia del frente paracentral, de los hermanos de Juan Patojo, de la madre de Agustín y de cómo esa familia se asentó en Usulután y cómo es que a pesar de los pronósticos siguen sembrando un jardín entre los chiriviscos tostados de cada verano.

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