lunes, 23 de febrero de 2009

La madre de Lucas pregunta por su tumba

Anexo al informe de una matanza

Antonia Osuna viuda de Romero vio partir a sus cuatro hijos, todos estaban organizados en las FPL. Es bastante probable que algunos de los hijos de Antonia hayan sido desaparecidos; lo cierto es que de tres de sus hijos no se tiene noticia sobre el lugar donde fueron enterrados, paradójicamente el más chico, José Amílcar "Lucas", fue asesinado por sus mismos compañeros.

Berne Ayalá
redaccion@centroamerica21.com

Nejapa es un pequeño pueblo asentado al pie de un cerro que hoy luce deforestado, lugar tranquilo donde las mujeres venden pupusas de harina de arroz a los viajeros de los autobuses. La calle principal cruza el pueblo desde la carretera hasta los cantones del norte, donde la guerrilla tuvo sus campamentos de expansión, el edificio de la alcaldía no ha cambiado en muchos años, sigue asentado al oriente de un parque donde suele verse a los viejos espulgando recuerdos.

Los sembradíos de caña de azúcar abundan en los alrededores, los ríos San Antonio y El Brujo ya no son tan limpios pero aún salpican sus amaneceres con el remanso de los muertos decapitados; la corriente de los vientos que bajan desde el volcán de San Salvador recuerda la fiesta de "las bolas de fuego", surgida del sincretismo de la religión y la experiencia popular a partir de un hecho natural: la erupción de ese volcán en una época remota en la cual la gente no pudo explicarse el por qué la tierra vomitaba fuego sobre sus casas.

Nejapa quedó atrapada entre dos zonas de altísima actividad guerrillera, el Volcán de San Salvador y el cerro de Guazapa, los caminos entre un lugar y otro eran transitados por las guerrillas y las tropas del gobierno. Los rebeldes acampaban al norte y al sur para dormir o para preparar sus emboscadas, para trasladar armamentos. Por sus periferias pasaron las enormes cantidades de tropa de las FPL desde Chalatenango, para la ofensiva de 1989. Escuchar explosiones o balazos muy cercanos o tropezar con un guerrillero caído, se volvió cotidiano para sus habitantes.

Antonia Osuna viuda de Romero

En una casita de ese poblado nació y creció Antonia Osuna viuda de Romero, madre de Lucas, "El Hombre Rana". Lúcida mujer que administra la palabra con la precisión del evangelio, su voz firme y reflexiva advierten una militancia con la fe protestante que, más allá del susurro de un discurso fanático, expresa un largo y doloroso recorrido por la vida, como una gitana que fue dejando atrás de sí sus mayores tesoros. A sus 72 años se mueve con soltura y pica fuerte, como el mar embravecido.

-Tengo más de treinta y cinco años de andar en las cosas de Dios-, me dice con voz serena-. Yo nací en las Asambleas de Dios, pero cuando me fui para Guatemala ingresé en la iglesia Canaán, y desde que regresé estoy en la iglesia Profética Monte de Jehová.

Antonia ingresó a la iglesia en los años setentas, una época repleta de pobreza y desestabilización política, inundada de muertos y desaparecidos, el caldo que comenzó a llevarse a sus hijos, unos al exilio y a otros a la muerte.

Lucas, el menor de ocho hijos

Trajo al mundo ocho hijos, seis varones y dos mujeres. El menor de todos ellos, José Amílcar Romero Osuna, mejor conocido como Lucas en las filas de las FPL, era un niño cuando Nejapa se vio pintada de rojo y las consignas atraían a los guardias a los patios de las casas para sacar a la gente de las "greñas". Sus hijos mayores habían tenido que saltar las cercas en esas huidas pues todos estaban organizados en las FPL.

-Cuando se pusieron de moda las carteras de pita, Amílcar me ayudaba a hacerlas, después las vendía y con eso me ayudaba para los gastos de la casa, no tenía ni los catorce años entonces. También se iba al cerro a traerme la leña con otros cipotes. Siempre estaba pendiente-, recuerda.

Lucas iba a la escuela de Nejapa, al igual que sus hermanos, entonces Antonia comenzó a verlo con sospecha pues se dio cuenta que quizá él, aunque era un muchachito, también estaba involucrado con las organizaciones de izquierda. Un día Lucas se acercó y le dijo:

-Mire, mamá, yo me voy a ir, tenemos que luchar, dicen los compañeros que después nos van a dar tierras para que vivamos mejor.

Antonia respondió con una incólume profecía:

-Sí, le dije yo, el cementerio. Esa es la tierra que te van a dar, la del cementerio.

No pudo evitar que se fuera, aunque hizo mucho por no verlos "metidos en cosas", como lo recuerda:

-Yo lo regañaba pero él necio que se iba. Y como no tenía la edad me pidió que le firmara los documentos para poder irse.

Así es como sus hijos comenzaron a partir, sin avisar. Igual sucedió con Lucas. Desde ese día que su hijo menor salió de aquella casa, donde aún sigue viviendo Antonia, no lo volvió a ver jamás.

Es bastante probable que algunos de los hijos de Antonia hayan sido desaparecidos, como Samuel Edgardo Romero Osuna, que fue capturado por las autoridades militares cuando andaba en una actividad de propaganda. Lo cierto es que de tres de sus hijos no se tiene noticia sobre el lugar donde fueron enterrados, paradójicamente el más chico, José Amílcar "Lucas", fue asesinado por sus mismos compañeros.

Mario Daniel Romero "Tilo", el único hijo que le sobrevive a Antonia, también se marchó de aquella casa de Nejapa, en busca del mismo sueño revolucionario. Cuando ella se vio sola y sumergida en una situación económica desastrosa, además de insegura, salió disparada y cruzó la frontera con Guatemala.

Exilio y retorno

Vivió los años de la guerra en aquel país, lavando y planchando ropa ajena, sobreviviendo en la mayor de las pobrezas, yendo a la iglesia y orando cada día por sus hijos, como ella misma lo recuerda. En ese exilio inclemente pasó días de hambre cómo no vivió en ningún otro tiempo.

Un día de enero de 1992 el mundo conoció la noticia más importante para nuestro país: la guerra había terminado. La mujer creyó que era el momento de dar la vuelta, tomó sus "trapos", los envolvió en una colcha, hizo el tanate y regresó a su país.

Era la hora de buscar a sus hijos, de saber de sus vidas. Sus hijas sobrevivieron, una en Guatemala y la otra en Estados Unidos. Una de ellas fue torturada y vejada por la Guardia Nacional. Los varones todavía faltaban.

Llegó a la misma casa y se arrinconó en un pequeño cuartito, donde sigue pasando las páginas del calendario. Desde su regreso no dejó de preguntar por sus hijos, como tampoco ha dejado de ir a la iglesia un solo día.

Una mañana del final del año recién pasado, sus vecinas le avisaron que su hijo Tilo estaba hablando en la televisión, entonces supo el destino fatal del más chico, José Amílcar "Lucas".

Antonia es una mujer admirable, no sólo por la edad y la energía física que aún conserva, especialmente lo es por su temple moral, en sus ojitos ancianos rebotan las olas de un mar que quedó atrapado en un silencio que ha comenzado a derrotar la insustancialidad de los discursos de los hombres que prometieron un mundo mejor, y que hoy ocultan el asesinato de su amado José Amílcar:

-Dios ha sido mi refugio en mis días de dolor, el mejor juez de los jueces, el único que no se puede pistear. La verdad está en sus manos, él decidirá cuándo anunciarla-, me dice con tono valiente, alza los brazos y mira al cielo.

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jueves, 19 de febrero de 2009

El silencio de Ramiro


"¿Pero quién es Ramiro?", me preguntó un periodista extranjero que cubrió el conflicto interno salvadoreño, y que entrevistó a toda la jefatura guerrillera, excepto al comandante Ramiro. Suponía que yo debía saberlo porque he escrito cientos de páginas sobre los entresijos de esa guerra y sus protagonistas. Pero tuve que admitir que tampoco yo conocía gran cosa de ese personaje que de pronto ocupaba la portada de todos los periódicos.


Me puse entonces a buscar información en viejas publicaciones y entre militantes y ex militantes del FMLN. El resultado fue poco alentador. "Es que de Ramiro nadie sabe mucho", me dijo uno de los consultados. Con todo, seguí indagando y algo pude sacar en claro. Este es el reporte de esa investigación.

Geovani Galeas
redaccion@centroamerica21.com

Ramiro Vásquez no sale en las fotos ni en las películas de la guerra. José Luis Merino solo ha concedido una entrevista desde que se firmó la paz. Pero se trata del mismo hombre que fundó y comandó las guerrillas del Partido Comunista, y que una vez fallecido Schafik Hándal se convirtió en el dirigente más poderoso del FMLN.

Hándal fundó su prestigio casi legendario en la visibilidad de su presencia incesante en cincuenta años de luchas antigubernamentales, presencia cuidadosamente historiada por otros y por él mismo. Ramiro Vásquez en cambio construyó su poder en riguroso secreto, sin dejar huella de lo que pensó, dijo e hizo.

Poco después de la fallida "ofensiva final" guerrillera de 1981, Joaquín Villalobos planteó que los dirigentes del FMLN no debían ocultar sus nombres ni cubrirse el rostro como si fueran bandoleros anónimos, sino mostrarse abiertamente para proyectarse como estadistas. Solo Merino no se quitó la capucha ni dejó de llamarse Ramiro.

Ya firmada la paz Ramiro Vásquez dio paso a José Luis Merino, diputado del Parlamento Centroamericano. Cuando se le pregunta si él es el verdadero poder detrás del trono, responde: "No soy el que manda en el FMLN, solo estoy en el equipo de los que mandan". Pero todos los de ese equipo son habituales en las primeras planas y las pantallas televisivas, excepto Merino, que al igual que Ramiro sigue haciendo pareja con el secreto.

El escándalo

El pasado 10 de mayo el diario el País, de España, reportó que un tal "Ramiro salvadoreño del FMLN", negociaba con la narcoguerrilla de las FARC temas que van desde secuestros a realizarse en Panamá, tráfico internacional de armas y envío a Colombia de ex guerrilleros salvadoreños entrenados en Vietnam.

La información se basaba en correos electrónicos encontrados en las computadoras incautadas a Raúl Reyes, el abatido segundo jefe de las FARC. Dichos correos fueron examinados por Maite Rico, la corresponsal de El País.

El FMLN negó todo vínculo con las FARC, y alegó que el reportaje del periódico español era parte de "una campaña mediática de la derecha internacional y nacional para desprestigiar al partido". El candidato presidencial farabundista, Mauricio Funes, también dijo que la información de El País no era confiable.

Por esos mismos días otros medios colombianos, así como The Wall Street Journal y el diario El Comercio, de Perú, también accedieron a información de las computadoras de Reyes y publicaron más detalles comprometedores para Ramiro y el FMLN.

En todo caso, ese partido y su candidato afirmaron que los contenidos de las computadoras pudieron ser alterados por el gobierno colombiano. Solo que ese gobierno había sometido al escrutinio técnico de la INTERPOL los discos duros, y sería ese organismo internacional el que certificaría si dichos contenidos habían sido manipulados o no.

La INTERPOL dio por fin su veredicto, en el sentido de que no había existido ninguna manipulación, y de que la información filtrada por las autoridades colombianas a los medios de prensa era auténtica.

Para rematar el cuadro, el presidente venezolano, Hugo Chávez, reveló en público que él había conocido a Raúl Reyes precisamente en El Salvador, en 1996, durante la realización del Foro de Sao Paulo, cuyo anfitrión en esa ocasión fue el FMLN.

No pudiendo ya negar ni el vínculo ni la autenticidad de la información consignada por la prensa, pero sobre todo acuciado por la evidencia de que pronto saldrían a la luz nuevas revelaciones sobre Ramiro y la relación del FMLN con las FARC, los dirigentes de ese partido admitieron que sí habían existido esas relaciones, pero no en el sentido que lo establecían los reportajes publicados.

El candidato Mauricio Funes, por su parte, llegó incluso a decir que, en todo caso, el tal Ramiro mencionado en las computadoras de Reyes no era necesariamente José Luis Merino, "ya que en el FMLN hubo muchos Ramiros durante la guerra".

Un paso a las armas

En marzo de 1979 el Partido Comunista salvadoreño realizó su Séptimo Congreso. La discusión central giró en torno a la necesidad de sumarse a la lucha guerrillera, misma que había caracterizado en los años anteriores como una peligrosa "desviación ultraizquierdista".

Diez años antes, en 1969, los comunistas habían discutido exactamente lo mismo. En aquel momento el secretario general del partido, Salvador Cayetano Carpio, pugnaba por la lucha armada, en tanto que el segundo dirigente en importancia jerárquica, Schafik Hándal, se pronunciaba por la vía electoral.

Hándal terminó por imponerse en la disputa; Carpio salió del partido y fundó las FPL en abril de 1970. Por esos días también se fundó el Ejército Revolucionario del Pueblo, y poco después surgieron las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional y el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos.

Para 1979 la situación nacional entró en crisis. La izquierda consideró llegado el momento de asaltar el poder. Pero el Partido Comunista carecía de una estructura militar. Comenzar a prepararla fue la decisión tomada en el Séptimo Congreso. La tarea fue encomendada a un discreto estudiante de segundo año de sociología, José Luis Merino, que por entonces ostentaba el cargo de secretario general de la Juventud Comunista.

Los combatientes de las FPL, ERP, FARN y PRTC se formaron en la experiencia misma del combate a los largo de los años setenta. Para 1979 muchos de ellos eran ya consumados guerrilleros capaces de operar coordinadamente en escuadras, pelotones e incluso excepcionalmente en compañías.

Los comunistas, que habían estado empeñados hasta entonces en las competencias electorales, carecían de esa experiencia militar. ¿Cómo hizo Ramiro Vásquez para conformar en poco más de un año las Fuerzas Armadas de Liberación, FAL, brazo armado de su partido?

La formación militar

Los dirigentes comunistas salvadoreños comenzaron a viajar a Rusia desde los años treinta, y ya en los sesentas incluyeron a Cuba en su agenda de viajes. Circunstancias precisas de esos itinerarios se relatan en la biografía de Miguel Mármol y a lo largo de la obra de Roque Dalton y otros autores de izquierda.

Cayetano Carpio cursó durante cuatro años estudios de marxismo-leninismo en Moscú, a mediados de los años cincuenta. Pero según los relatos de Dalton la instrucción no siempre se limitaba al aspecto filosófico: él mismo recibió entrenamiento militar en Cuba tan temprano como en 1962.

Por aquellos tiempos, un grupo de cuadros comunistas entre los que se contaba Schafik Hándal, Miguel Sáenz Varela y Domingo Santa Cruz entre otros, formaron la célula Frank Pais, en la cual todos sus miembros habían recibido entrenamiento militar en Moscú y La Habana.

A finales de los sesentas los comunistas comenzaron a enviar a Rusia contingentes mayores de jóvenes salvadoreños, no necesariamente militantes del partido. Iban principalmente a la Universidad Patricio Lumumba y estudiaban las más diversas especialidades. Sólo un grupo selecto recibía instrucción paralela en la Academia militar Mijail Frunze, de la cual egresaban con grado de tenientes homologados al Pacto de Varsovia. Ramiro Vásquez fue uno de ellos.

Según algunos de sus ex camaradas, Ramiro obtuvo su formación militar regular en Moscú; en La Habana aprendió las técnicas del clandestinaje y de la inteligencia y contra inteligencia, en tanto que en Managua absorbió de los sandinistas la experiencia de la lucha guerrillera.

La guerra

Hacia 1980 ya el Partido Comunista había conseguido algún armamento en el bloque socialista europeo. Mientras triangulaba la introducción clandestina de las armas al territorio nacional, vía La Habana y Managua, Ramiro entrenaba los primeros comandos urbanos de las FAL, al tiempo que implantaba incipientes campamentos de instrucción militar en Chalatenango, Santa Ana y el cerro de Guazapa.

La cantera de su pequeña tropa en formación era la Juventud Comunista. Los oficiales que la comandarían en el terreno serían los jóvenes tenientes que comenzaron a regresar de Rusia desde finales de 1980, entre ellos Roberto Lorenzana y Sigfrido Reyes, ahora miembros de la Comisión Política del FMLN.

Luego de la fracasada "ofensiva final" de 1981, Ramiro basificó su escasa tropa en el cerro de Guazapa, donde además ubicó su propio puesto de mando. Sin embargo, en ningún momento abandonó la conducción directa de los comandos urbanos que operaban en San Salvador.

Durante los doce años que duró la guerra, Schafik Hándal se encargó desde Managua de la línea política estratégica, las alianzas y las relaciones internacionales. La operación militar, y las actividades relacionadas a la infiltración comunista en el ejército nacional, fue asunto de Ramiro. Pero casi ninguno de los hombres bajo su mando supieron en qué momentos estaba en el cerro de Guazapa o en San Salvador, sus dos escenarios de guerra.

El pensamiento

El FMLN fue el resultado de la alianza entre comunistas y socialdemócratas. Los comunistas fueron los últimos en sumarse a la lucha armada y su incidencia militar en la guerra fue mínima. Pero ya en la paz, fueron ellos los que coparon la dirección del FMLN y poco a poco fueron expulsando a los representantes de la izquierda moderada.

Para los socialdemócratas o renovadores, el objetivo es el establecimiento pleno de la democracia con todas sus libertades; es decir, la reforma del sistema vigente; para los comunistas u ortodoxos, el objetivo es la dictadura del proletariado; es decir, la destrucción del sistema democrático vigente para dar paso a la construcción del socialismo.

Después de su derrota electoral de 2004, el FMLN entró en un proceso interno de revisión de su estrategia y sus métodos de lucha. El primero de septiembre de ese año, Schafik Hándal presentó ante los cuadros de su partido una ponencia titulada "El FMLN y la vigencia del pensamiento revolucionario". El centro de su argumento fue el siguiente: "Para transformar la realidad de El Salvador necesitamos un partido que siga fiel a la misión revolucionaria de cambiar este sistema".

Fallecido Hándal, el replanteamiento quedó en manos de Ramiro Vásquez, quien apoyado por Salvador Arias presentó sus conclusiones en la Escuela de Cuadros del FMLN, en mayo de 2006.

Lo dicho en esa reunión, cuyo contenido textual se puede encontrar en internet, y puede verificarse en el documento titulado "Un FMLN organizado bajo principios leninistas", firmado por Héctor Acevedo y publicado por la Escuela de Formación Política e Ideológica Feliciano Ama, del FMLN, no deja lugar a las interpretaciones.

"Luego de los Acuerdos de Paz, los sectores de derecha nos llevaron a que nosotros mismos destruyéramos el victorioso modelo de partido que nos sirvió para hacer la guerra popular revolucionaria. Nos dieron paja con el cuento de abrir el partido y volvernos pluralistas, propositivos. Y lo aceptamos. El propósito era transformar el FMLN en un apéndice de la burguesía. No nos destruyeron pero lograron golpearnos", comenzó diciendo Ramiro.

Luego añadió: "Lenin nos enseñó que en primer lugar el FMLN debe ser un partido con ideología, identidad y posición de clase. Todavía hay compañeros que niegan la lucha de clases, y por eso rechazan la lucha de calle. Dicen que eso es cosa del pasado (...) Hay al interior de nuestro partido gran discusión que requiere reforma de los estatutos, lo cual no es compartido por los llamados renovadores; es la misma discusión de Lenin con los reformistas de su época, entre marxistas revolucionarios y socialdemócratas, entre revolución y reforma".

Por su parte Salvador Arias precisó: "Hay que estar claros que nos enfrentamos a un sistema y no solo a un partido (...) El sistema capitalista en El Salvador se orienta a un régimen político dictatorial".

Evidentemente, al definir al FMLN como un partido anti sistema, las elecciones aparecen como un mero instrumento secundario en la estrategia de la toma del poder, pues según Ramiro Vásquez: "El tema electoral es un factor necesario en el proceso de acumulación de fuerzas, pero la vía electoral se vuelve insuficiente y se agota. Si bien las elecciones son un instrumento de lucha, no permiten construir un poder alternativo que surja de la destrucción del poder existente".

En suma, como ya lo había advertido Ramiro en la entrevista concedida a El Faro en noviembre de 2005, se trata de un FMLN expresamente alineado con Cuba y Venezuela, hostil a los Estados Unidos, anticapitalista y anclado en los principios del marxismo-leninismo.

La contradicción

El discurso político de Mauricio Funes, que poco a poco y a trompincones se va orientando hacia la social democracia, aparece ahora como una contraposición total en relación al pensamiento de Ramiro Vásquez y al replanteamiento estratégico iniciado por Schafik Hándal. ¿Pero representa ese discurso el verdadero proyecto estratégico del FMLN?

Héctor Acevedo, otro de los mencionados en las computadoras de Raúl Reyes como uno de los contactos salvadoreños de las FARC, y coordinador de la directiva departamental del FMLN en Sonsonate, replicó en el mencionado documento el replanteamiento estratégico formulado por Ramiro, y parece adelantar una respuesta muy clara a esa pregunta: "El partido concebido por Lenin no es un grupo que se forma en torno a un caudillo para proporcionarle el apoyo de las masas que este necesita para la realización de sus ambiciones políticas".

Y remata: "Es necesario que el FMLN asuma su ideología marxista-leninista y luche por mantener su unidad ideológica, de lo que se desprende que no pueden coexistir en su seno dos o más ideologías dentro del mismo partido (...) El proletariado necesita tener su propio partido, un partido de su clase, a través del cual pueda enfrentarse a la clase opresora, y pueda de esa manera disputarle el poder con todos los medios posibles, hasta arrebatarle el poder total".

Ramiro Vásquez ha guardado absoluto silencio respecto al discurso de Mauricio Funes, pero es que el silencio es el sello de su estilo conspirativo, y es él quien tiene el control de las finanzas y del aparato del partido y las relaciones internacionales estratégicas. Si se considera su trayectoria, su pensamiento y su peso específico dentro del FMLN, ¿Qué oportunidad tiene Mauricio Funes de ser otra cosa que un instrumento más en sus manos?

Por ahora, el único problema de Ramiro Vásquez está en la información aun no revelada de las computadoras capturadas a su colega de las FARC.

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domingo, 15 de febrero de 2009

La saga de los Esquiveles


Hijos de la revolución traicionada


Parte I

El apellido Esquivel es el génesis de una dinastía que pesa en la historia relatada en el libro Informe de una matanza. Grandezas y miserias en una guerrilla. Esta es parte de la saga de los Esquiveles, admirables combatientes revolucionarios.

Berne Ayalá
redaccion@centroamerica21.com

Una mujer mete pólvora a un trabuco mientras el hombre dispara un revólver 32.20. Cuando se terminan las balas ella le entrega la otra arma cargada para no interrumpir las descargas. Miran de vez en cuando hacia atrás, como buscando el sitio donde será la retirada. Entre los muros de la casa se esconde varios niños -hijos de ambos-. Ella se llama Bonifacia Ramírez de Esquivel y él, Benigno Esquivel. Uno de los niños que se esconde bajo un tabanco para evadir las balas del cerco enemigo se llama Anselmo Esquivel, quien muchos años después será el padre del capitán Juan Patojo de las FPL.


El zafarrancho tuvo lugar en el departamento de Jutiapa, Guatemala. Los Esquiveles, una vez vencido el cerco enemigo, caminaron varios días y noches, bajo la lluvia y la oscuridad, arrastrando a su prole. Cruzaron la frontera de El Salvador y continuaron avanzando hasta el oriente del país, atravesaron el río Lempa entre San Vicente y Usulután, luego se internaron hacia el norte del poblado de San Agustín, y en un terreno poco accesible, quebrado y montañoso, iniciaron una nueva vida, una vida que buscaba la paz en un siglo repleto de guerras.

El apellido Esquivel es el génesis de una dinastía que pesa en la historia relatada en el libro Informe de una matanza. Grandezas y miserias en una guerrilla. Ese apellido fue traído a nuestro país por esos peregrinos guatemaltecos que se alzaron en armas en el rebufo de la revolución mexicana y sus ecos guatemaltecos, a principios del siglo XX, y que generaron una familia de combatientes revolucionarios en nuestro país.

-Mi abuelo sólo traía un paraguas cuando llegó a estos lados, y con ese paraguas se tapaba mi papá y sus hermanos, que eran unos niños. Y se fueron a vivir al cantón la Quesera de Usulután. Cuando yo le preguntaba a mi papá que por qué se habían ido a vivir tan lejos, él me decía que porque andaban huyendo. Mi abuelo peleó con un 32.20 y mi abuela disparaba con una escopeta de taco. Mi papá estaba pequeño. Es que mi abuelo se reveló contra el gobierno. Mire, la cosa era perra, mi abuela cargaba las escopetas de taco y los dos tirando. En esa revuelta de Guatemala mataron a un hermano de mi abuelo, al papá de mi tío Antonio, por eso lo adoptó mi abuelo y fue como un hermano de mi papá -dice Juan Patojo.

Anselmo Esquivel, el padre de Juan, nació en 1912, la década de la revolución mexicana. A partir de lo que nos cuenta sobre su familia, hemos podido colegir que, con bastante probabilidad, sus abuelos Benigno y Bonifacia, hayan llegado a nuestro país un poco antes de 1920 o incluso ese mismo año, época en que la crisis mexicana produjo un conflicto entre Guatemala y México por la disputa del territorio de Chiapas.

Pero la pelea por la vida librada por los Esquiveles fue en el conflicto civil interno de Guatemala, al que algunos historiadores llaman "revolución" o "la rebelión popular", que tuvo lugar en 1920, y que terminó con el gobierno del presidente Manuel Estrada Cabrera. Ese "movimiento popular" fue dirigido por el que sería presidente de ese país, Carlos Herrera y Luna. Dicha crisis política fue influenciada por la revolución mexicana y provocó el alzamiento de miles de guatemaltecos y la migración de muchos. Bonifacia y Benigno Esquivel son parte de esos alzados.

-Cuando mis abuelos se vinieron para El Salvador, como era una revuelta dura, también se vinieron los hermanos de mi abuela y mi abuelo, y el hijo de mi tío Antonio que murió allá. Ese mi tío Antonio pegó como veinte hijos.

Juan recuerda que, años después, en la crisis de 1932, su madre que era una muchacha de unos quince años, escuchó hablar de los comunistas y que las patrullas hacían trincheras de piedra en las calles, ella, que se llamaba Antonia Flores, vivía en el poblado de Berlín.

-Mi mamá era de Berlín y me contaba que le hablaban del comunismo, cuando ella tenía quince años, que las patrullas hacían rimeros de piedras, esperando a los comunistas. Y dice que un día a un carro se le fueron los frenos y pasó por encima de la trinchera y dice ella que corrió a la casa bien asustada gritando: hay vienen los comunistas y mis abuelos la garrotearon toda, no hagás bulla, le dijeron.

Por esos días fue que doña Antonia se conoció con don Anselmo, para entonces él tenía veinte años y a esa edad fue que se casaron y comenzó a producirse, junto a los otros hermanos de don Anselmo Esquivel, la generación de lo que más tarde sería una de las colonias de guerrilleros más grande de El Salvador, la que llevó el gen de aquel apellido del revólver 32.20 y las escopetas de taco.

-Cuando viene mi abuelo, ya habían matado al papá de mi tío Antonio. Allá en Guatemala fueron dos muertos, uno hermano de mi abuelo y uno hermano de mi abuela -cuenta Juan.

Uno de esos tíos abuelos caídos en combate en Guatemala era el abuelo de "Raúl Murciégalo", combatiente revolucionario que fue "ajusticiado" por las FPL en el frente paracentral.

-"Raúl Murciégalo", que en verdad se llamaba José Luna Esquivel, me decía tío, pero era mi primo. Era hijo de mi tío Chilo Esquivel.

Luego de asentarse en los territorios de La Quesera, don Benigno Esquivel hizo un préstamo de quinientos colones y así comenzó a comprar las tierras que serían de sus hijos y nietos. Asegura Juan que su abuelo fue alcalde municipal de San Agustín, Usulután, durante dos periodos. No hay duda que estos hombres han llevado la agitación política bien metida en la sangre.

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viernes, 13 de febrero de 2009

Informe de una matanza: El hijo de Agustín la Liebre


Un anexo al Informe de una matanza


Ramón, hijo de Pablo Esquivel (conocido como Agustín la Liebre en el frente paracentral, y asesinado por sus mismos jefes), oyó hablar del libro Informe de una matanza. Grandeza y miseria en una guerrilla. Entonces decidió contactarnos. Berne Ayalá fue hasta su rancho y descubrió que la historia de los Esquivel es mucho más dolorosa de lo que creíamos.

Berne Ayalá

Escritor salvadoreño
redaccion@centroamerica21.com

La llama prendida calienta el agua para el café,las musarañas del final de la tarde se mecen como arañas en la pared construida con tablas, un perro enano pasa al lado del poyetón arrastrando un pedazo de cadena, en el corredor de tierra no hay sillas, más que un tablón largo en forma de banca cuyas patas están sembradas en el piso.

Desde la puerta que conduce al interior se observan las hamacas colgadas y los canceles de plástico con flores de colores con los que se cubre el interior del dormitorio, él va vestido de calzoneta, su tío, el capitán Juan Patojo, le recuerda el parecido con su padre y su conversación adquiere el tono del territorio árido que hoy rodea su choza, el ruido del río tiembla atrás, pero también la fotografía de la guerra:

-No, si este es Pablo, no puede ser otro, Pablo Esquivel -dice Ramón, mencionando el nombre de su padre, mejor conocido en la guerra como Agustín la Liebre, recordando los comentarios que hace todo aquel que conoció al veterano guerrillero que fue su progenitor y lo compara con él. Al verlo a los ojos hemos preferido quedarnos con esa versión, de que Ramón es el vivo retrato de Agustín, es en definitiva una idea atractiva para la historia de una familia sumamente admirable, la de los Esquivel.

-Y aquel hombre estaba alegre cuando yo le dije que era Pablo (Agustín), y pregunta que si es cierto porque lo veía igualito y entonces creyó que no había muerto -dice Juan Patojo.

-Y usted se llama Pablo, me pregunta, y yo le digo que no y él me dice nombre si es que así le hubieran puesto porque es igualito -agrega Ramón al recordar lo que le dijo el hombre que salía de la sorpresa.

La familia nuclear de Pablo Esquivel, mejor conocido en la guerrilla como Agustín la Liebre, estaba constituida por seis miembros, los esposos y cuatro hijos. Los esposos y los dos hijos mayores se fueron a la guerra en el frente paracentral, sólo sobrevive Ramón, en cuya casa hemos situado nuestra cámara y nuestros sentidos. A uno de los hermanos menores lo llevaron a un refugio de Honduras y después se fue a Estados Unidos donde hoy vive.

Ramón llegó a convertirse en guerrillero a la edad de nueve años. La sola mención de su edad, similar a la de uno de los niños que juega dentro de su casa, vuelve inevitable la reflexión acerca de la infancia de la militancia guerrillera en El Salvador. Llegó al frente en el año 1986 y cuando cumplió sus once años estaba listo para acompañar a las tropas que participaron en la ofensiva de 1989.

-Antes pasé peleando en la zona de la Ángela Montano. Si a los seis meses de haber entrado ya me habían mandado a poner una emboscada. Fue el primer susto que tuve -dice Ramón.

Agustín fue instructor de su propio hijo en el frente paracentral, después dejaron de verse, salvo en algunos momentos muy cortos cuando las columnas guerrilleras donde cada cual andaba se entrecruzaban por aquellos lugares. Durante la ofensiva de 1989 Ramón vio combatir a su padre, cuando andaba al mando de un destacamento guerrillero.

Ramón recuerda hoy a dos de los jefes de su unidad en aquellos duros días de combate, los tenientes Carlos y Moris, cuya sola mención invoca los oscuros procedimientos de exterminio suscitados en el frente paracentral. Ambos han sido señalados por los testigos como dos de los mayores ejecutores directos de muchos guerrilleros.

-A los tres días que entramos a Zacatecoluca y se vio la cosa perra, heridos, muertos y pedaceados por todos lados, el teniente Moris se cagó, le agarró pálida. Y lo perro fue que había que ver qué hacer. Inmediatamente lo cambiaron y pusieron a Carlos -dice Ramón.

Ramón estuvo en varias de las zonas del frente paracentral, pero también combatió en el norte de Chalatenango. Antes de que se diera la batalla de la ofensiva de 1989, cuando Ramón y uno de sus hermanos estaban destacados en la zona de la Ángela Montano, de donde eran originarios, ambos recibieron la orden de pasar al otro lado del río, a la zona de Gavidia. Ramón no aceptó, quizá por una intuición, lo cierto es que su hermano sí obedeció la orden. Hoy recuerda que esa vez lloró, cuando le dijeron que su hermano había caído en una emboscada. Fue el único de los tres miembros de su familia que cayó en combate.

El fusilamiento de Agustín la Liebre fue el primero que conocimos en nuestra investigación, en efecto, como su hijo lo recuerda, fue asesinado por sus mismos compañeros poco tiempo después de la ofensiva de 1989, en los primero meses de 1990.

Pero hay una parte de la historia que no conocíamos. La madre de Ramón, esposa de Agustín la Liebre desde antes que comenzara la guerra, también fue fusilada. Se llamaba Rosa y habían vivido al norte de San Agustín, en el departamento de Usulután.

-Primero mataron a mi mamá. Me reunieron a mí, como para concientizarme de que la habían matado. Me habló Judas y me habló el Cuto Nelson y Raúl Médico. Ellos tres hablaron conmigo, que la habían ajusticiado y que era contra. Y el problema no fue así, lo que pasó es que a mi mamá se le fue un disparo y le dio a otra compañera y por eso la ajusticiaron. A ella la fusilaron en la zona de la costa. A ella la mataron antes de la ofensiva y a mi papá después. Luego vienen y matan a mi tío José Esquivel (de seudónimo Carlos Clavo). Él se fue para Cuba y de allá salió en un avión y lo mataron en Nicaragua -recuerda Ramón.

La familia Esquivel se ve golpeada no sólo por las muertes de sus familiares que cayeron en combate sino también por la misma decisión de sus mandos. Es indiscutible que ante la muerte injusta de un pariente se vendría el reclamo de los sobrevivientes, quienes de antemano estaban en la lista de sospechosos por el solo hecho de ser familiares. ¿Qué familiar, qué hijo, que hermano, que esposo, no reclamaría por la muerte de un pariente suyo?

-Después de todo eso me agarraron en el volcán y me querían desarmar. Yo le dije a Judas que el fusil no se los daba y que no se los daba. Yo estaba en investigación. Hicieron una matazón en el pelotón donde yo estaba. Solo quedamos vivos tres: la Xiomara, Luis y yo, solo los tres quedamos vivos de los treinta. A toditos los fusilaron nuestros jefes. Eso después de la ofensiva. En ese pelotón había bastantes de la zona de Gualcho (norte de San Miguel), gente que llegó para reforzar en la ofensiva. Y eran compañeros buenos para pelear, buenísimos. Con ese grupo vine yo a la zona de Zacate para apoyar en la ofensiva. Pero también hubo unos dos que se lograron escapar, Elmer (segundo jefe del pelotón) y una cipota, cuando vieron que en la noche agarraban a la gente y la desaparecían. Nadie hablaba nada porque estaba perro. Si esa gente no se va también la matan -explica Ramón.

Ramón tiene ahora 31 años de edad, entonces, cuando vio morir a sus compañeros, era apenas un niño de doce años. Pero no sólo eso, también fue conminado a cuidar a sus propios compañeros en una de esas noches. Uno de ellos era Amílcar y una guerrillera llamada María. Hoy, con el tiritar del fuego de la hornilla que prende a uno de sus costados, nos recuerda esa que sin duda fue una de sus pesadillas:

-Los dos estaban quebrados, y desnuditos. Y me decía la cipota: levantame y nos vamos y yo le decía y cómo vas a caminar así toda quebrada, o dame el fusil, me decía. Y alguien me estaba vigiando a mí, a ver qué hacía. Si te suelto me van a matar a mi, le dije. Y además de nada sirve que te suelte si no te podés ir. Daba pena ver a los compas así tirados si semanas antes habíamos andado juntos peleando contra el enemigo ahí por el ingenio.

Las historias contadas por los sobrevivientes calzan como los pies en los zapatos adecuados aún cuando muchos de ellos no se conocieron en aquellos días de la guerra, las valoraciones de los jefes y los testimonios de aquellos que fueron guerrilleros muy jóvenes hablan por sí solos, nos muestran una realidad subyugante.

-Nos mandaron a cinco a hacer un golpe de mano, no fueron los que exploraron sino que nosotros que no conocíamos las posiciones del enemigo. Y fue bien raro porque cuando nos mandaron al ataque entramos en medio de los posiciones del enemigo y peleamos duro pero no nos mataron. A los tres días de que llegamos nos amarran como si lo que querían es que nos mataran. Entonces fue que mataron a los otros compas, porque no salió bien el operativo. O sea que era como si nos hubieran mandado para equivocarnos y luego nos mataban, bien raro.

A Ramón le dijeron que la muerte de su padre, Agustín La Liebre, había sucedido debido a que era "contra". Ésa fue la explicación que le dio Judas, pero él no la aceptó y les argumentó que si así hubiese contra no hubiera peleado como peleó en la ofensiva o hubiera matado a sus compañeros.

-Yo no creo, no creo y no creo, le dije. Cómo no, me dijo él, si toda tu familia es rebelde. Y como es cierto que mataron a varios -reflexiona.

Un hermano caído en combate y con sus padres fusilados por los mismos compañeros, Ramón siguió combatiendo, jamás desertó, jamás abandonó las filas de la guerrilla, quizá porque no conoció otro mundo sino el de la guerra, quizá porque fue llevado a las líneas de fuego desde los nueve años, quizá porque su tiempo no fue otro que el de la muerte. Y fue con otros sobrevivientes al norte de Chalatenango, aún después de todo eso, y con tres pelotones del frente paracentral acorralaron a las unidades del batallón élite Bracamontes y lo hicieron adentrarse en el territorio de Honduras.

Ramón es sereno al hablar, se percibe en él el aura del "viejo guerrero", un término que suena extraño al verlo cargar a su prole, su veteranía a los apenas treinta y un años representa una de esas vidas que no quisiéramos dejar de contar en esta saga de los Esquivel, una familia de la que nos falta hablar todavía en esta gran historia del frente paracentral, de los hermanos de Juan Patojo, de la madre de Agustín y de cómo esa familia se asentó en Usulután y cómo es que a pesar de los pronósticos siguen sembrando un jardín entre los chiriviscos tostados de cada verano.

http://centroamerica21.com/edicion90/pages.php?Id=647

martes, 20 de enero de 2009

Herard von Santos: Un soldado de élite entre las letras


Conocí a Herard von Santos en un restaurante de San Salvador, hace ya casi dos años. Entre nosotros se interponía una cuenta pendiente: reconciliar los demonios de una historia que nos golpeó a todos los salvadoreños, la guerra.

Berne Ayalá
redaccion@centroamerica21.com

Él era el más nervioso de los dos, pero en el fondo ambos ya éramos hombres vencidos por el futuro y logramos encontrar las claves del tiempo y el misterio, supimos esa tarde que nuestra paz estaba firmada.

Días de trueno fue el primer libro que leí de Von Santos, un testimonio descarnado que recrea las experiencias vividas por un militar de élite que se tomó en serio su profesión de guerrero, su vocación por las armas y su experticia para el arte operativo. En ese libro aborda lo que para cualquier militar salvadoreño que peleó la guerra civil fue la más emblemática experiencia: la ofensiva guerrillera lanzada sobre la capital en noviembre de 1989, él la vivió en primera línea.

Pero la vocación de Von Santos está orientada más bien a la historia militar, su visión es detallada, técnica y fríamente documentada. Sin pavonearse en las "grandes academias", con un altísimo sacrificio ha logrado obtener impresionantes testimonios, compilar fotografías y contraer valoraciones detalladas de aquellos jefes y soldados que protagonizaron la guerra centroamericana, sin importar el bando en el que hayan militado.

Ese es el gran mérito del ahora capitán retirado, Herard von Santos, que ha cruzado una de las fronteras más delicadas: la invasión al pasado desde una época rodeada de torpezas y de cegueras, de trabas burocráticas e ideológicas. Ha podido hablar con todos, auscultar con el frío y calculado método del historiador, despojado de subjetivismos para contar lo más claro posible lo que sucedió.

En esa órbita se situó su segundo libro: Emboscada, Tanques Al Asalto. Un material que aborda las tácticas con intervención de vehículos blindados implementadas en el mundo en las guerras de contrainsurgencia. La posibilidad de comparar la experiencia salvadoreña con otros conflictos del mundo afina la puntería en un libro que no puede faltar en la biblioteca de cualquier estudioso o lector aficionado de la guerra y la historia.

Von Santos presentará a las 4:00 PM de este sábado 7 de febrero, en el Círculo Militar, salón General Manuel José Arce, su más reciente producción: Soldados de Élite en Centroamérica y México, donde vuelve a confirmarse como un depurado y apasionado cazador de la historia militar, en una formidable y detallada investigación que devela "los camuflajes" de las mejores unidades militares centroamericanas y mexicanas de élite.

Unidades de Fuerzas Especiales, Fuerzas Aerotransportadas, Unidades de Comando, Unidades de Infantería de Marina, Unidades de Hombres Ranas, y las Patrullas de Reconocimiento de Largo Alcance (PRAL), son algunas de las estructuras militares abordadas en este libro. Su tratamiento está contextualizado en las guerras que cada una de esas unidades tuvieron vida, pues la táctica, que es el alma de cualquier fuerza militar, sólo se puede poner a prueba en la guerra, en el escenario natural donde los peces se sumergen en el agua. Por eso es fácil compenetrarse en su texto, sin que para ello se requiera ser un especialista pues su método es sencillo, como suelen ser los buenos libros.

El aporte de este libro es su valor agregado a nuestra cultura y nuestra historia, es incalculable. Gracias a esfuerzos como ese es que mañana, en diez años o veinte, o cien, los que vengan podrán escuchar el sonido de los cascos de los caballos troyanos que pasaron por el patio de nuestras casas, ahí mismo donde los guerreros después sembraron su jardín.

http://centroamerica21.com/edicion93/pages.php?Id=690

lunes, 22 de diciembre de 2008

Las responsabilidades

El Fusilamiento

Las palabras finales de Mayo Sibrián
Guayo, convivió con Mayo Sibrián durante sus últimos días de vida, además fue testigo del fusilmiento. Las palabras finales del comandante le descubrieron una realidad desconocida para él y que no consta en los reportes oficiales sobre las masacres en el frente paracentral.


Juan Patojo:

"Lo han matado para limpiarse"


Los testimoniantes de Informe de una matanza, coinciden en señalar responsabilidades compartidas entre Salvador Sánchez Cerén, la Comisión Política de las FPL y los mandos del paracentral. Para ellos, testigos, víctimas y sobrevientes de esas masacres la historia no coincide con la oficial. Los testimoniantes sostienen que el fusilamiento de Mayo Sibrián no es más que una manera conveniente de evadir las culpas.

En orden de aparición: Juan Patojo, Pedro Café

viernes, 12 de diciembre de 2008

Los Horrores y las locuras de la guerra

Con el título de este artículo, que es uno de los subtítulos de mi libro "Memorias de un Guerrillero", hago referencia a la masacre que realizó Mayo Sibrian en el Frente Paracentral. Los miembros de la Dirección del ERP sabíamos que había habido una "matanza" de combatientes y colaboradores de las FPL a manos del jefe del paracentral. Pero creíamos que era únicamente responsabilidad de Mayo Sibrian; estábamos tan poco informados, que en mi libro incluso cometo un error elemental de fechas: En 1984 escuché que las FPL habían logrado detectar un importante trabajo de infiltración enemiga en San Vicente que había culminado con la captura y ajusticiamiento de los infiltrados...Mayo Sibrian había matado en 1984 más de cien "infiltrados", según los más conservadores y según otros, los muertos fueron varios centenares. Sin embargo, nadie constató que los muertos fueran infiltrados.
Juan Ramón Medrano
Analista político
redaccion@centroamerica21.com

Después hago referencia a la otra matanza realizada por Sibrian, después de la ofensiva del 11 de noviembre de 1989; siempre con datos muy generales, sin mayor conocimiento de los hechos. La primera matanza se había realizado en 1986 no en 1984.

En el libro "El Salvador, el soldado y la guerrillera" el escritor salvadoreño Oscar Martínez Peñate se refiere en una de sus historias a estos mismos hechos, con el subtítulo "El ajusticiamiento de Mayo Sibrian", en el cual uno de los jefes operativos del Frente Paracentral relata una de las matanzas de la siguiente manera: Habían llevado a un pelotón de jóvenes cuyas edades oscilaban entre los 12 y 17 años, procedentes de un campamento de refugiados salvadoreños, que estaba asentado en Honduras, para integrarlos a la guerrilla, y les dijo: -Cipotes, háganse para este lado y se ponen en fila. Los muchachitos pensaban que Mayo les iba a decir algunas palabras de bienvenida, estaban contentos y sonrientes, se les notaba el nerviosismo característico de su edad. Sin mediar palabra, Mayo tomó su fusil y les dijo: Vaya, les voy a enseñar, plah, plah, plah, plah. Los masacró a todos. Los bichitos cayeron al suelo como si eran pollitos, sin saber por que los había asesinado el comandante.

Disparó a sangre fría a 15 niños que habían llegado. Y a los compañeros procedentes del volcán de San Vicente les dijo: Todos estos monos son enemigos y por eso les mostré como se debe de actuar. Hay que ser revolucionario hasta las últimas consecuencias, para que le digan a su jefe (se refería a Abelio) como se hacen las cosas en este lugar.


Informe de una matanza.

Hace pocos días ha salido la edición del libro "Grandeza y Miseria en una Guerrilla", un reportaje para Centroamérica 21, redactado por los escritores y periodistas salvadoreños Berne Ayalá y Geovani Galeas. Fue realizado en la zona geográfica que durante el conflicto fuera el Frente Paracentral; son entrevistas a jefes, combatientes y familiares que conocieron a las víctimas.

Hemos escuchado constantemente, que la Comisión de la Verdad en sus investigaciones calculó que el 95% de los crímenes los cometió la derecha y la Fuerza Armada y el 15% la guerrilla; en ella se hace referencia a los asesinatos de personalidades como Monseñor Oscar Arnulfo Romero y los sacerdotes jesuitas; a masacres contra pobladores indefensos; asesinatos de guerrilleros rendidos al ejército y una larguísima lista de crímenes atribuidos a la derecha y la Fuerza Armada. También escuchamos de asesinatos de alcaldes, de dirigentes de derecha y de asesinatos de soldados que se habían rendido, a manos de la guerrilla. En algunos de estos hechos fueron señalados con nombre y apellido dirigentes del ERP; por razones que cuento en mi libro yo no aparezco en dicha lista. Pero la masacre del paracentral, a pesar de su magnitud, extrañamente no llegó a oídos de la Comisión de la Verdad.

Michael Walzer, en su obra "Guerras justas e injustas. Un razonamiento moral con ejemplos históricos." Cita a Clausewitz, quien se refiere a la guerra como: un acto al que en teoría no se le pueden poner límites...cada uno de sus adversarios trata de torcer el brazo a su oponente...la guerra tiende a exigir el más extremado empleo de la fuerza...quien utiliza la fuerza de forma implacable y no se arredra ante ningún derramamiento de sangre, debe por fuerza obtener una ventaja si su oponente no es capaz de hacer lo mismo. Dice que es: una continua escalada de cuyo desarrollo nadie es culpable.

No obstante, como en todo acto humano, por brutal e inhumana que sea la guerra, también existe la dimensión moral. Y es desde esta dimensión, que Walzer nos recuerda que: Sea cual sea el enfoque que decida adoptar, no dejará de considerar que la guerra es una acción humana, deliberada y premeditada, de cuyos efectos alguien tiene que ser responsable... ¿Que opinión nos merecería un soldado o un hombre público capaz de mostrarse indiferente ante la atrocidad?

Como nos encontramos a las puertas de las elecciones presidenciales más reñidas, después de la firma de los Acuerdos de Paz, cualquier hecho cierto o parcialmente cierto, que tenga que ver con los horrores de la guerra, va a ser descalificado por cada una de las partes. En este caso, la investigación de Ayalá y Galeas, buscará el FMLN descalificarla. Y es lógico, pues en la misma investigación periodística, una de las víctimas les dijo: Yo les voy a contar todo, todito, con nombres y apellidos de los muertos y los asesinos, pero no ahora en tiempo electoral. Al leer el libro, uno se da cuenta de que los testimonios son tan fuertes, que no pueden ser descalificados por razones políticas o ideológicas, los hechos trascienden a lo más profundo del ser humano, a su integridad moral. Pablo Parada Andino (Goyo) a quien sustituyera Mayo Sibrian, como jefe del paracentral, Julio Hernández y Arnoldo Bernal, quienes fueron protagonistas y potenciales víctimas de estas historias, le dan fuerza al relato. La validez se la dan las víctimas y sus familiares.

Los diferentes jefes y combatientes coinciden en que la responsabilidad no fue, ni por cerca, únicamente de Mayo Sibrian, que terminó fusilado, acusado de ser el responsable de todos los crímenes. Giovani, uno de los jefes de la zona dijo: El culpable no fue Mayo...si él pudo matar tanta gente buena, fue por que los jefes se lo permitieron. Guayón también les dijo: Es que no era solo mayo el que tenía la culpa ahí entra toda la Comisión Política de las FPL, esa es la verdad. Miguel UV quien fuera radista de Mayo Sibrian dice en el libro: Mayo Sibrian solicitaba la autorización de Sánchez Cerén...Cuando Mayo le decía: Tenemos cuarenta capturados de las redes enemigas. Poco después llegaba la respuesta de Sánchez Cerén y siempre era la misma: Ejecútenlos. Goyo, fue encomendado para observar los sucesos de la paracentral. Después de rendir su informe durante varias horas a Sánchez Ceren, este sin preguntarle nada, al final dijo: -Mayo es un fundador de las FPL, es miembro de nuestra Comisión Política, es un hombre de prestigio y es mi amigo.

En las páginas finales del libro, en el Epílogo, encontramos la siguiente reflexión de los autores: Esta investigación supera cualquier momento electoral, cualquier gobierno o partido político, por que representa una porción de la fotografía del ser salvadoreño, de su condición humana en una época cuya oscuridad nos sigue calando hondo, nos sigue cortando la voz y quebrando el sentido del futuro.

De la misma manera que las víctimas de los hechos cometidos por las fuerzas del gobierno en aquella época merecen credibilidad y respeto, lo aquí contado debe estar en el mismo sitio, el de la reflexión de nuestro pasado reciente.

http://centroamerica21.com/edicion87/pages.php?Id=605